Los hombres lloran de toda la vida
Ay David, el consenso que promueve tu fallecimiento te coge a contrapié del espíritu que animó tu obra, y eres el primero en saber que tal reconocimiento no es necesariamente bueno. Porque, digo yo, ¿acaso la muerte de Laura Palmer llamó alguna vez a compasión de la fallecida? Ahí lo dejo. De momento.
Sí David sí, seguimos con lo de ayer, ¿acaso no tendría que llamar a compasión Laura Palmer? Claro que no, ¿por qué habría de hacerlo? ¿Y por qué los hijos de Medea cuando murieron bajo el yugo de su determinación implacable? ¿O por qué Margarita cuando el diablo la engañó para lograr que envenenara a su propia madre? ¿No daban antaño estos casos para compasión espontánea del lector? ¿No acompañaba el Corifeo "los tiernos ojos llenos de lágrimas" de Medea, "brotando" de los suyos "abundante llanto"?
¿No teníamos los niños del mundo nuevo que aprender a llorar según cantaban Bosé y the Cure, David? ¿No fue siempre, hasta que vino el mundo moderno, que las desgracias ajenas en las historias ejemplares llamaban a sentimiento, y se nos ha olvidado?
Esto de convertir la desgracia de un personaje en mero pretexto y huella no es un puro ejercicio funesto. Tiene su cierta razón de ser en la órbita de una obra consagrada al absurdo existencialista. Y su gran mérito y su relativo disfrute, porque el humanismo también precisa de contraste para purgar sus vicios. Pero tu obra debía quedar en los márgenes, y el consenso general que ha logrado a tu muerte, no indica progreso precisamente.
El cierre de tu obra a tu muerte, en su debido reconocimiento, debería llamar tanto más a nuestra autocrítica, precisamente por el éxito de su implantación general como espíritu de nuestro tiempo. Y no a festejo exclusivo, como está pasando. Qué festejamos, ¿el éxito del absurdo y la inconsecuencia? ¿La incapacidad del sentimiento compasivo por la sorda sensación de vaporosidad aleatoria? ¿La falta de alternativa significativa? ¿Se trataba de eso David?
Bien sabes que no, la pregunta es retórica. Pero estamos tan embebidos en tus logros que no le concebimos alternativa. Tu obra nos cambió la realidad. Nos hizo creer que un accidente es motivo de chanza por la reacción surrealista de personajes conmocionados. Que un crimen atroz se da por bueno porque moviliza una buena historia, tanto por más liberada de consecuencia lógica. Que los buenos personajes fluyen por la vida sin más obligación que lanzarse automensajes para seguir encontrando vías de salida a ninguna parte. David, ¡pero qué nos has hecho!
Pero en fin, que no tengo tiempo ahora. Otro rato sigo.
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