Hawkeye y el Personal Branding III. El placer "eléctrico" de destruir la Navidad

Sólo en un contexto penetrado por la progresiva infantilización del mundo adulto como el desarrollado en las últimas décadas, aceptaríamos la ausencia total de tensión erótica en una relación entre un hombre de mediana edad y una mujer de 22 años. Antes del mundo neoliberal impulsado por la sociedad de consumo establecida tras la Segunda Guerra Mundial, una mujer de 22 años tendría a su cargo una familia con varios hijos. Por mucho que la Cultura moldee poderosamente nuestras mentes, 200.000 años de adaptación biológica al entorno frente a unas pocas décadas de infantilización, imponen un trasfondo libidinoso en la relación entre los dos protagonistas de Hawkeye, que al no manifestarse abiertamente por la insistencia aparente por parte de Clint Burton de tratar a Kate Bishop como a una niña, actúa como una dinámica reprimida que encontrará respuesta simbólica en forma de subtexto freudiano.

Las relaciones sexuales ilícitas entre hombre y mujer en el contexto del pensamiento freudiano están resumidas emblemáticamente a través de la sanción del riesgo de incesto latente en el complejo de Electra. Y en cierta forma podemos decir que Kate Bishop es presentada como hija de Clint Burton desde el mismo acontecimiento que abre la serie, un evento traumático en un contexto de infancia feliz donde, de repente, la protagonista pierde a su padre natural y es salvada de la muerte por Hawkeye en el último momento. De forma que la niña puede que no fuera hija natural de Clint Burton, pero "vuelve a nacer" por mediación de este, convirtiéndose en reemplazo de la figura paterna al punto de ser tomado por modelo de emulación casi obsesiva, impulsada por una fascinación que, en origen, combina trauma y revelación epifánica de una forma formidable. 

Clint Burton es, pues, el padre cultural de Kate Bishop, que emprende un itinerario inconsciente hacia la realización de un impulso libidinal en la búsqueda de definición de una personalidad que, por fin, pueda dejar atrás el dolor y la confusión de la traumática pérdida del padre natural, que es también la pérdida de estatus económico y social como chica perteneciente a la clase alta, camuflada mediante los manejos criminales de una madre en relación con la Mafia. Esta sanción de la figura materna, junto con la exculpación de su pareja como falso sospechoso y posible padre adoptivo, presentado en cierto momento como un sosias paródico de Errol Flynn, denota también el trasfondo freudiano tensado en forma de irredento conflicto materno-filial. Por lo demás, injustamente misógino pese a que Marvel entrara con Captain Marvel (Boden y Fleck, 2019) en una fase de producción con valores ideológicos presuntamente feministas tras el giro radical de marketing relacionado con causas sociales que supuso Black Panther (Coogler, 2018) en este sentido.

Profundamente simbólica y esquemática, como sólo el simplismo de la narrativa centrada en superhéroes puede hacer, la relación entre Hawkeye y Kate Bishop se configura por unos pocos elementos que giran en torno a la idea de poder volar como forma arquetípica de liberación, pese a que el héroe de esta historia es alguien normal que no goza de superpoderes. En este momento de "volver a nacer" que aunó traumáticamente la muerte del padre y su salvación de la muerte en el último momento, Kate Bishop vio aparecer como en una epifanía a un Avenger que se arrojó al vacío y vivió para contarlo. Desde entonces, la prueba para confirmar su madurez personal pasó a ser la reedición exitosa de este salto de fe que, tras una vida de emulación fascinada por Hawkeye, tiene lugar por fin al filo del desenlace de la serie. Efectivamente, Kate se ve en la batalla final ante la necesidad de huir tirándose de un rascacielos. Como era de esperar, Kate pasa la prueba, e inmediatamente comprobamos que esto ha tenido un efecto en términos de empoderamiento personal, pasando al ataque como arquera con un enorme grado de intensidad y eficacia. Pero este acontecimiento es la antesala del cumplimiento simbólico del complejo de Electra que subyace en la historia. Y la sorpresa viene cuando es Clint Burton quien se ve en situación de tener que arrojarse al vacío de nuevo, salvando la vida en el último momento a costa de perder todo prestigio heroico, pues el protagonista queda ridículamente enredado en el enorme pino de Navidad que adorna toda la escena.


Esta pérdida de la dignidad paterna, subrayada como comedia a través de la presencia de una lechuza actuando como sorprendido testigo de la situación, constituye el primer envés radical en el contexto simbólico de la serie. Hawkeye está construida sobre la dignidad que atesora Clint Burton como salvador del mundo ausente de necesidad de reconocimiento social, ese Avenger de perfil bajo al que la protagonista intenta hacer entender que debe hacer un movimiento en forma de branding personal. Toda esa dignidad queda ahora en el alero porque la audiencia, de hecho, va a presenciar lo que bajo ningún concepto debe ser, la ignominia de la consumación del incesto en torno al simbolismo fálico de ese gigantesco pino que simboliza la Navidad como resumen pírrico de nuestros mejores valores como sociedad.

La única manera que ve de Clint Burton de salir de su atolladero, provocado por un "salto de fe" que al resultar ser en falso por puro fallido denota "mala fe", consiste en que esta arquera de 22 años a la que el insiste en tratar como niña, dispare sus flechas definitivamente empoderadas sobre el pino para derribarlo. Clint está en un problema que tiene que ver con un enhiesto símbolo fálico del que no puede salir, y algo tiene que hacer Kate para resolverlo. Precisamente, tirar abajo este pino, conseguir que cese esa erección, tumbar la protuberancia para que Clint pueda desenredarse de su bloqueo eventual; el que impide su conducta heroica y posterga su deber por lo que subyace pasionalmente como pulsión por una actrativa chica de 22 años que no deja de perseguirle. 

Clint está en un atolladero y encomienda a su pupila la tarea de resolverlo por él entre un quiero y no quiero porque se ve que no puedo. La escena hace circular en tono de comedia las reservas del maestro ante lo que la alumna se ve obligada a hacer, anticipando que si lo hace se viene encima la catástrofe, pero instando no obstante a la alumna a consumarla porque, al fin y al cabo, él se encuentra en esta situación de la que sólo ella puede sacarle. El esquema es análogo al que sucede en la escena de la cueva que tiene lugar en Harry Potter and the Half Blood Prince (Yates, 2009), tal y como quedó analizada en Harry Potter y la cultura de la vigilancia (Abad, 2019). 

En aquel caso, era Dumbledore quien forzaba a Harry a someterle a tortura por voluntad de su maestro, pero también contra la voluntad de su maestro. En este caso, Clint bascula en tono de comedia entre recordar a Kate su misión de bajarle del pino, y su petición de que no haga nada ante la sospecha de que salir del enredo en el que se encuentra, significa que el enorme pino caerá con todas las consecuencias. Tan pronto recuerda a la chica que necesita una "ayudita" como le insta a que no haga nada, que "no haga ninguna tontería". Pero como en el caso de Harry en la escena de la cueva, el mentor ya ha disparado en el pupilo el deber de acometer una misión categóricamente y sin mirar las consecuencias. Kate tiene que desenredar a su padre simbólico de ese bloqueo que sufre por mor de un pino erecto que debe caer caiga quien caiga, y signifique lo que signifique, de la banalidad de comedia que aparenta, al sustrato freudiano que subyace como subtexto.

Hay algo de enormemente placentero y liberador cuando finalmente cae el gigantesco pino al suelo, que tiene que ver con la destrucción de la Navidad por lo que esta representa en términos de nuestros mejores deseos. La consumación de esta catástrofe significa la liberación de lo reprimido contra una impostada versión parcial del mundo basada en lo supuestamente mejor de nosotros mismos; en el subtexto freudiano de la serie, el triunfo del deseo de Electra. La caída del pino de Navidad gigante en Hawkeye es un "no puede ser", un "realmente ha sucedido". Una señal de que empieza definitivamente la fiesta y que aquí vale todo, del eros al tánatos. Todo es ya posible, y empieza el carnaval de destrucción y muerte donde los malos caen como moscas mientras los buenos están en el flow. Significativamente, la caída del pino de Clint y la liberación de nuestro maduro superhéroe rodando por un suelo enfáticamente blanco, se sigue de un momento de riesgo mortal cuando la estrella que corona el árbol casi atraviesa a nuestro héroe, como si la Navidad intentara un último movimiento de sanción ejecutando al padre que finalmente ha llevado al huerto a su hija, un fallido deus ex machina. Este símbolo es sólo la contrapartida del traje morado que finalmente accede a vestir Hawkeye, como consecuente condición impuesta a cambio de que Kate tumbara como fuera la imponente erección vegetal que sufría. Y en este sentido, volviendo al comienzo de estos apuntes, en relación con la invitación de la chica a que el boomer maduro actualizase su imagen personal según los criterios neoliberales del branding personal, cabe preguntar quién enreda a quién, y quién se deja enredar. Lo que merece recordarse en el caso del enredo entre Harry y Dumbledore en la cueva del primer Horrocrux, al respecto del bien obtenido, en el caso del héroe Marvel el acceso a una identidad social ajustada conforme a las exigencias impuestas por los criterios ideológicos del branding personal, es que el lujo obtenido, al final, resultaba que era falso.

Probablemente, esto que es falso tiene que ver con el propio enmascaramiento de todo aspecto de tensión erótica entre los protagonistas gracias a otro elemento característico de la ideología neoliberal del siglo XXI, esto es, la progresiva infantilización de la ciudadanía, que en el mercado de consumo asegura la compra compulsiva e indiscriminada, en el mercado laboral preserva de enfrentar la cuestión del paro juvenil como problema sistémico, y, en la serie, preserva de considerar cierto grado de tensión sexual entre los protagonistas, contra el riesgo de aparecer como alguien con la mente muy sucia, como algo obvio. Que la motivación de Electra es pasional y concluye con la consumación de un deseo amortizado en aceptar vestirse, por cuestión de branding personal, como un mamarracho.

(continuará)

Abad, L. A. (2019). Harry Potter y la cultura de la vigilancia. Del rebelde moral al héroe subvencionado. Alfons el Magnanim.

Boden, A. y Fleck, R. (2019). Captain Marvel [película]. Marvel Studios.

Coogler, R. (2018). Black Panther [película]. Marvel Studios.

Yates, D. (2009).  Harry Potter and the Half-Blood Prince [película]. Warner Bros Pictures.


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