Matrix 4. Una de gatetes

Lo más interesante de Matrix 4 sucede alrededor de ella, como un comentario cultural precisamente a la dificultad de sostener la narración de historias estructuradas capaces de concitar la atención en medio de la actual saturación informativa. Matrix 4 es constantemente metanarrativa en este sentido, explicitándose en dos momentos.

El primero es cuando el Merovingio recrimina a Neo que la iteración del Sistema que puso en marcha al vencer a la Matrix, nos ha introducido en el "Faceculo" y el "Wiki-vete al carajo". Nostálgico, el Merivingio afirma que antes todo era mejor, había arte, libros, películas, la originalidad importaba. Teníamos conversaciones, estilo, antes había gracia, y no ese constante sonido de móvil denotando conversaciones esquemáticas por wasap. Así que el Merivingio concluye que Neo le jodió pero bien. A él, el esteta, digamos qué sé yo, un tertuliano de La Clave o Qué Grande es el cine.



El segundo tiene lugar a modo de adenda tras los títulos de crédito, tal y como Marvel ha puesto de moda. Pero no para anticipar Matrix 5, sino para comentar la dificultad actual de narrar conforme a las convenciones de un mundo previo a la muerte del Gran Relato. De nuevo se expresa la idea de que "las películas están muertas, los juegos están muertos. La narrativa" en general. Lo que queda es una respuesta condicionada frente a estímulos básicos, ejemplificados por el gusto popular frente a los vídeos de gatetes. La conclusión del diseñador es que Matrix necesita "vídeos de gatos, una serie de vídeos llamada The Catrix".

La cosa no daría para más si no fuera porque, efectivamente, Matrix 4 está salpicada por insertos de un gato negro que actúan como leit motiv a cuenta del papel del minino en la peli original como signo de dejavu, esto es, de glitch del Sistema. Pero como es este el caso, la auténtica peli consiste en esta serie de insertos gatunos, con el resto de la película convertido en un formidable pretexto para masajear las neuronas del personal con la inserción estratégica de epifanías felinas de acuerdo a los ritmos necesarios para satisfacer nuestro consumo condicionado de imágenes en internet. 


Las consecuencias de todo esto, son como siguen. El glitch del sistema no sería ahora una excepción sino la norma, con un montón de ruido simulando la apariencia de narración convencional intentando camuflar que el sistema (de construcción narrativa de la Realidad) está roto. El dejavu como experiencia característica de desrealización sería ahora la clave de la experiencia humana, denotando el nivel de alienación con el que manejamos la necesidad nostálgica de vuelta al pasado. Por decirlo en términos hauntológicos, el mundo estaría no ya recorrido por espectros que vuelven del pasado, sino atiborrado de ellos, saturado de capas de presencias fantasmales que, en la película, componen su aparente estructura narrativa, fallida como no puede ser de otra manera, y ofrecen la golosina nostálgica de presentarnos a Neo y Trinity en una redundancia estomagante para quien no participe de esta patología retromaníaca que nos asola.

En estos sentidos Matrix 4 es una obra maestra. Una peli de tesis y una obra conceptual, enmarcaradas en producto de entretenimiento supuestamente definitivo. En todo lo demás que se espera de ella convencionalmente, es una ful estrepitosamente colapsada como el castillo de naipes que es. Tú decides cuál de las dos píldoras que te ofrece Lana Wachowsky consumes finalmente, a la hora de emitir un juicio sobre el valor cinematográfico, esto es, tradicional en términos narrativos, de estas dos horas de información intentando hacerse hueco en el tsunami diario de info random que desborda nuestras pantallas. 

Por mi parte haré valer el aspecto innecesario de esa escena de créditos amortizada en comentario cultural, pasándolo por el espejo de esa locución latina que recuerda, inmisericorde, el valor de una aclaración que la audiencia no pedía casi a modo de excusa, en lo que respecta a la calidad artística del producto: accusatio manifesta. Y es que, rematando el asunto, Matrix 4 convierte al gato, que en la original es signo de deja vu, en mascota del Analista transitando la consulta para  atormentar subliminalmente a Neo durante el tiempo de terapia. Así con la audiencia, la insistencia en narrar desde la impotencia sólo puede desembocar en forma sutil y perversa de violencia sádica por parte de Lana Wachowsky porque al fin y al cabo, qué coño, Neo somos todos.


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