Walkman, el superhéroe secreto del UCM IV. Rupturismo ochentero como "efecto walkman"

La década de los 80 enmarca una época de esplendor hegemónico. Su evocación generacional por parte de quienes la recuerdan como infancia idealizada, no se debe tanto a que la infancia sea un tiempo mágico que invite generalmente a convertirla en mito. Esta evocación mítica está asentada en la posición histórica de esos años como cénit económico y cultural del proyecto capitalista impulsado por la sociedad del consumo de masas. Se trata de un proyecto que tiene su origen en la década de los 50, de cuyo aspecto como gran mito fundacional del ascenso de Estados Unidos a hegemón global, la reciente constitución de los 80 en mito participa de forma subsidiaria. Juntas, las décadas de los 50 y los 80 componen dos hitos conectados en el tiempo que suturan las heridas abiertas por las crisis de distinta naturaleza producidas en los 60 y los 70, y establecen un sentido de continuidad en la percepción de Estados Unidos como hegemón estable y legítimo durante la segunda mitad del siglo XX. Por resumirlo brevemente, la derrota de la URSS es la victoria de USA en los 80. Sin embargo, los 80 no son un simple plazo de continuidad del espíritu inaugurado por el ethos capitalista de los 50 y su visión del mundo. El éxito de los 80 como Endgame de la Guerra Fría, tiene un germen rupturista respecto al pasado que extiende y legitima. Este germen secreto se resume en el "efecto walkman" (Hosokawa, 1984).

Hosokawa (1984) establece una relación de necesidad entre la creación del walkman y los 80, como expresión ideológica de ese tiempo histórico. Si "los años ochenta son los años de la autonomía", "no es pura coincidencia que el walkman apareciera en la primera primavera de esta década" (p. 166). Quill y su walkman son la representación alegórica de esta concepción de la autonomía, entendida como "cruce de singularidades en la construcción de discursos" (p. 166). Puede que los 50 siembren la plataforma histórica sobre la que se asienta la década de los 80 como expresión triunfante de la hegemonía estadounidense, pero, con todas las consonancias ideológicas compartidas por ambas décadas, la década de los 50 es todavía deudora de una noción de autonomía no sólo distinta a la de los 80, sino radicalmente contrapuesta. De hecho, la noción de autonomía de la que habla Hosokawa es la superación antitética de la autonomía como condición fundante de la Estética, por cuya capacidad para establecer un determinado modo de relación con el arte, la identidad moderna cierra un valor ontológico trascendente frente al nihilismo del individuo extendido en su existencialismo radical. Esta superación, alineada generalmente con el proyecto de la sociedad de consumo de masas pero enfrentada correctivamente frente al ethos de la América idealizada, sólo puede funcionar en el secreto del producto de consumo que simboliza, propicia y encarna este cambio. El walkman contiene este secreto por esta suerte de "efecto", arrojado como una matriz semiótica de representación oculta en el UCM en tanto emblema nostálgico del espíritu los 80.

El secreto del efecto walkman se apoya en la polisemia de la idea de autonomía, que, en lo arrastrado hasta el momento en las entradas precedentes sobre Guardians of Galaxy, ha ido acumulando tres acepciones distintas. Esta idea de autonomía es relevante ideológicamente por cuanto entraña la condición de libertad radical que, en última instancia, supone el valor del que hace bandera Estados Unidos para legitimar sus movimientos de actuación global como hegemón. 

De estas tres acepciones, en primer lugar nos hemos referido a la autonomía como la condición de la mercancía respecto a las relaciones de producción que la habían posibilitado. Es la ausencia de consciencia de estas relaciones lo que presentaba a la mercancía como un hecho autónomo, apareciendo al consumidor como un fetiche. Esta autonomía de la mercancía le dota, precisamente, de una identidad carismática que, desde el punto de vista capitalista, permite convertirla en clave de realización personal para el comprador. Mientras desde el punto de vista marxista, esta autonomía encierra un aspecto de mistificación alienante. 

En preparación del efecto walkman, la segunda acepción de autonomía se refiere a la condición específica del arte como algo radicalmente separado del mundo ordinario. Se trata de una premisa inserta el protestantismo ascético como fundamento del espíritu capitalista, señalada indirectamente por Weber (2012) cuando afirma que el arte "posee magnitud intemporal" (p. 172). Cuando Hosokawa relaciona el walkman con la condición de autonomía no sólo habla de algo distinto a estas acepciones, sino precisamente de lo contrario. La autonomía se traslada del ámbito extraordinario del arte al propio ámbito del consumidor que, por medio del walkman, es capaz de modificar el mundo ordinario por el poder simbólico de la escucha al covertirse en una "unidad mínima-móvil-inteligente de escucha músical" (p. 167). Este poder de uso del walkman no sólo no lo aliena de acuerdo a la representación de Guardians, sino que lo empodera. Por eso merece la pena pararnos a analizar este uso donde, de un extremo a otro, parece ser que el consumidor "se la juega".

La autonomía que trae el walkman con los 80, y viceversa, rompe con la necesidad de autonomía artística como condición necesaria de realización personal frente al carácter alienante del mundo ordinario, e invierte el aspecto negativo de la relación fetichista con la mercancía, convirtiéndola, precisamente por la potenciación de este fetichismo, en un aspecto positivo de presunto empoderamiento. Por su aspecto de movilidad, "el walkman, de hecho, no tiene un contexto sin sentido; al mismo tiempo, paradójicamente, ningún contexto le es estrictamente apropiado. Cada contexto (o ninguno) puede ser justificado, apropiado y legitimado por su singularidad y autonomía" (p. 171). 

Es significativo que Hosokawa atribuya un aspecto "revolucionario" (p. 169) al walkman en virtud de una capacidad de legitimación indiscriminada de cualquier contexto. Así como resulta significativa la desembocadura hipostática en que incurre el autor al identificar una relación radical entre walkman y autonomía. Para Hosowaka "el walkman no es ni causa ni efecto de esa autonomía, ni la evoca o evidencia. Es la autonomía [la cursiva es nuestra], o más bien la autonomía-del-yo-andante" (p. 166). Es decir que, no es que ya no sepamos si los 80 crean el walkman o el walkman crea a los 80, ni es que el walkman refleje esta autonomía mientras la crea; es que, por esta vía de negociación constante, el walkman termina siendo la Autonomía misma, que a su vez se encarna en un consumidor hipostasiado plenipotenciariamente.

Esta misma condición es la que se refleja cuando vemos a Quill iniciar su trama al ritmo de su walkman, contra la naturaleza alienante del contexto extraterrestre al que se enfrenta. Supone, por tanto, la enseñanza matricial del UCM por lo que se refiere a la forma idónea de relacionarnos con un producto de consumo que, para dotar de semejante poder plenipotenciario al comprador, precisa apurar su identidad carismática. En el caso del walkman, convirtiéndose en signo emblemático de una época referida míticamente al prestigio mágico de los orígenes del sujeto llamado a ser héroe y protagonista. 

Por supuesto, la lectura marxista del fetichismo de la mercancía constituye un discurso radicalmente purista que precisa ser matizado. Pero la ruptura que viene con los 80 de la mano del walkman constituye el otro extremo. De momento, el planteamiento inicial sobre Guardians of the Galaxy incide en señalar este extremismo consumista como lección pedagógica, al punto de convertir en clave de lectura matricial del UCM a un elemento que, en términos superficiales, aparece como algo anecdótico. No es el caso. El aspecto plenipotenciario del walkman como producto carismático, y del consumidor como creador omnipotente en virtud de su aprecio fetichista por este artilugio, es una pieza tan clave del UCM, que en el walkman residen las vías de solución del conflicto cósmico alimentado simbólicamente en el nudo de la Saga del Infinito al filo de su desenlace. 

Según Hosokawa, la autonomía del walkman -el walkman como autonomía, se desglosa en características de miniaturización, singularización y construcción/deconstrucción. En su aspecto metafórico, esta vía de miniaturización está abierta metafóricamente por el personaje de Ant Man, afrontando singularidades cuánticas para establecer un principio de ambigüedad en los estados de una historia que puede reconstruirse, en la deconstrucción de un pasado que se ha vuelto transitable operativamente. 

Una vez abierta esta vía de viaje literal, inaugurada metafóricomente mediante el viaje en el tiempo que proporciona el walkman a Quill como repositorio musical de su mundo original, Capitán América volverá a su pasado para restañar lo necesario, de forma que pueda reconstruirse el mito de una América idealizada. Mientras, la culminación de una relación fetichista con la mercancía consumará su aspecto alienante en la fijación de Tony Stark el guantelete de Thanos, en cuyo uso pasional se produce la consumación sacrificial de un consumidor capaz de sublimar su alienación al extremo de entregar su propia vida por poseer ese objeto, a todos los efectos.

Fetichismo radical de la mercancía y libertad relativista en la construcción de la propia historia frente al mundo, son los superpoderes del walkman como superhéroe secreto del UCM. En su interior como forma de uso, contiene nada menos que las dos soluciones larvadas en su interior para ganar la guerra a Thanos. Al punto de comprenderse en la época a la que pertenece como propia hipóstasis de la noción de autonomía, y otorgando un poder  plenipotenciario a su dueño, dibuja en el horizonte una lectura en última instancia religiosa. Guardians depurará este aspecto en su "2º volumen", a través una trama freudiana donde Quill termina enfrentado a su elíptico padre. A la postre, un Alien patriarcal que ejerce de tentador diabólico bifronte, apoteosis del "yo parasitario y/o simbiótico que ahora se ha vuelto autónomo y móvil" (Hosokawa, 1984, p. 165), creador de un paraíso que encierra en secreto un infierno, cuyo origen, remite a la condición psicológica de un cerebro cartesianista de dimensiones planetarias, y que, no por casualidad, se llama "Ego". Señal todo esto de que el UCM sabe de qué pie cojea con respecto a los temas ideológicos sobre los que tan didácticamente instruye, a través de un walkman donde, el menor de sus secretos, es su función como ejemplo estelar de product placement

Hosokawa, S. (1984). The walkman effect. Popular Music, 4, 165-180. doi:10.1017/S0261143000006218

Weber, M. (2012). La ética protestante y el espíritu del capitalismo [pdf]. Fondo de Cultura Económica

 

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