Escatología del CEO como salvador del mundo II. La culpa atómica de un hombre sin corazón

Jesucristo se sacrificó por la humanidad debido a la pureza ontológica de su naturaleza divina, siendo el inocente por antonomasia; Tony Stark se sacrifica al final de la Infinity Saga por la humanidad, pero arrastra una culpa. La escatología apocalíptica cristiana confía en que la vuelta de Jesucristo resucitará a los muertos para instaurar un reino celestial en la Tierra gracias a poder de su bondad infinita; la escatología al final de la Infinity saga se resuelve en la resurrección de media humanidad previamente purgada por Thanos, gracias a un personaje que carga con una culpa proporcional a la dimensión formidable del bien que restaura con la asunción sublime de su muerte. El sacrificio de Tony Stark es una operación simbólica proporcional a las dimensiones de la culpa que purga. La culpa de Tony Stark se refiere a un mal que afecta a la especie humana en forma de destrucción inesperada de puro instantánea, por otorgarse el poder de decidir categóricamente la ejecución del mal particular por el bien general como quien da un chasquido de sus dedos. En el mundo de los relatos heroicos, la némesis del héroe es su reflejo invertido. Cuando Tony Stark se adelanta al resto del panteón superheroico para enfundarse el guantelete del infinito, se desvela la figura que se equipara a las colosales dimensiones cósmicas del riesgo que representa Thanos. Tampoco entonces, Tony Stark da opción al resto de compañeros para ofrecerse en sacrificio. El primer rasgo que define la personalidad del CEO de Marvel es que su voluntad define el curso de los acontecimientos categóricamente, caiga quien caiga, y este rasgo de mantiene de principio a fin hasta llegar a la propia consumación escatológica del UCM, incluso si es él mismo quien tiene que caer para que el relato se convierta en un canto de alabanzas postreras a su cuestionable figura. Las decisiones de Tony prevalecen hasta para decidir quién, cómo, cuándo y por qué muere, revistiendo este enfoque egocéntrico de sacrificio altruista de dimensiones inconmensurables. 

Así como la Biblia consiste en un conjunto de libros, la Infinity Saga podría considerarse una especie de "Peliculia", si se quiere, una "Filmia". Un conjunto de películas que van desgranando una suerte de acontecimientos legendarios que arrancan en una culpa al principio que da significado al mundo, orientándolo en un curso histórico de expurgación redentorista. El sacrificio de Jesucristo por la humanidad viene a limpiar el pecado original que se narra en el Génesis, pero la culpa que arrastra el CEO de Stark Industries se remonta más atrás de la propia acción humana, y se hunde en la cosmogonía misma del mundo que se forja tras la Segunda Guerra Mundial.

Las primeras impresiones que recibimos de Tony Stark nos hablan de alguien cuestionable como persona. Un millonario prepotente y egomaníaco, instalado en la irresponsabilidad que facilitan los privilegios que disfruta. Lo que los americanos llamarían, un auténtico asshole. Sin embargo, la culpa que arrastra Tony no se ciñe a la faceta privada de su personalidad, sino que se sitúa en la esfera pública. Es como figura institucional en tanto encarnación alegórica de la empresa que representa, que arrastra esta culpa implícita en el sacrificio al que está destinado. Tony está llamado a purgar la culpa de Stark Industries como su identidad corporativa. Hawkeye está llamado a revisar su branding personal porque vive en el mundo creado a través del sacrificio de Tony, que constituye la quintaesencia de la identidad corporativa a través de la hipóstasis de su empresa en el milagro narrativo de su encarnación literal. 

Así, en términos públicos la figura de Tony Stark aparece cuestionada a través de la etiqueta de constituir un "mercader de muerte"; la culpa del CEO de Stark Industries excede no obstante cualquier contingencia relativa a un interés particular. La sombra de la criminalidad que se cierne sobre la corporación que representa se extiende sobre el horizonte ilimitado de lo pretendidamente desinteresado. La voluntad de hacer negocios millonarios con la venta de armamento aprovechando el desastre de la Guerra, constituye sólo la primera capa de la culpa de Iron Man. Iron Man es la insurgencia sublimada del arma de guerra total encarnada en el CEO armamentista; la culpa de Tony Stark se refiere más a una carencia esencial de humanidad que tiene más que ver con el Hombre de Hojalata del Mago de Oz. Su resumen es el desastre moral sin paliativos de quien se puede decir sin ambages que es alguien "sin corazón". Y esta condición, en el caso de Tony, esta circunstancia se literaliza hasta convertir la trilogía de Iron Man en el itinerario de purga necesario para recuperar la condición humana por antonomasia, con tal déficit de legitmidad a este respecto, que el relato se ve en la necesidad de explicitar enfáticamente dicha recuperación forzando el chantaje emocional de acompañar, en esta confianza, a la fiel persona que le ama, su incondicional Pepper. Para ello, su amada hace el gesto de convertir su corazón de metal en prueba emblemática de que este CEO materialista cuenta, en efecto, con algo que lo mantiene vivo y caliente.

La prensa inquisitiva, y un tanto hipócrita (en cuanto ve ocasión la atractiva periodista se va a la cama con el CEO a la primera de cambio), tilda a Tony como "mercader de muerte", pero su ausencia de humanidad no se refiere al simple lucro insensible del que hace negocio del desastre de la Guerra. Las capas de la culpa del hombre sin corazón se van abriendo como una cebolla durante la trilogía de Iron Man, revelando, bajo el mero lucro, su exhibición en forma de necesidad pretendidamente desinteresada. El hombre sin corazón no se limita a fabricar armas de destrucción masiva. El hombre sin corazón no se limita a comerciar con esas armas adentrándose en territorio de Guerra con la impunidad de alguien que se siente invulnerable. El hombre sin corazón no se limita a presentar su última creación destructiva como una especie de obra maestra a mayor gloria de un genio artístico que compite con el creador de la Novena Sinfonía. El hombre sin corazón, el CEO que el UCM nos enseña a amar, justifica su lucro como una medida necesaria "que evita que el mundo caiga en el caos”. Su negocio es un recurso que permite “guiar al mundo en la dirección correcta” manteniendo un “equilibrio de poder” capaz de sostener la paz a nivel global. Quien afirma de esta forma la Misión de Stark Industries es Obadiah Stane, pero como némesis de Iron Man en la primera película del UCM, su discurso pertenece al reflejo de lo que Tony no puede sostener más que indirectamente para legitimar su labor industrial como "traficante de hierro". Y por la culpa de "traficar con hierro", como una forma de rebajar eufemísticamente la empresa de enriquecerse con las muertes que provocan sus armas, terminará enfundado en un traje de hierro que terminará por abocarle a la purga sacrificial.

Pero el lucro a cuenta de alimentar la destrucción de la Guerra se refiere a la culpa presente del CEO de Stark Industries, y la dimensión formidable de su culpa en origen se refiere a su pasado. Para el minuto 5 de Iron Man, la palabra “legado” ya ha sido mencionada para presentar al personaje. El sacrificio final de Tony resuelve la culpa del personaje porque Tony es un legado. Arrastra identitariamente el legado de la compañía que preside, hundiéndose en el Big Bang del mundo generado tras la Segunda Guerra Mundial a través de la participación de su padre, fundador de la empresa, en el Proyecto Manhattan. Si Stane justifica la venta de armas para evitar que el mundo caiga en el caos, el lanzamiento de la bomba atómica se justifica como la forma más rápida de que el mundo salga del caos. Si Stane justifica la producción armamentística como un factor de equilibrio geoestratégico global, de acuerdo con la lógica de la Guerra Fría, el lanzamiento de la bomba atómica se plantea como un desgraciado factor de desequilibro en la lucha de fuerzas que mantiene el bloque aliado tras un lustro de terrible contienda. Si el poder disuasorio que supone la hegemonía armamentística del complejo industrial-militar norteamericano es un recurso esgrimido por Stane para guiar al mundo en la dirección correcta, el lanzamiento de la bomba atómica que pone fin a la Segunda Guerra Mundial se convierte en el acontecimiento que inaugura un nuevo escenario geoestratégico donde la Pax americana pondrá a Estados Unidos en vanguardia histórica de progreso democrático. La culpa en origen del CEO de Stark Industries es la creación de la bomba atómica pero, sobre todo, la decisión de su lanzamiento sobre un discurso demagógico de justificación desinteresada basada en el mal menor. El mismo discurso que juega con la contradicción desde los tiempos de la Roma imperial a través de ese adagio latino que reza: "si vis pacem, para bellum".

El sacrificio al que está obligado el CEO de Stark Industries al final de la saga que protagoniza, es tan inmenso y tan formidable porque el relato se debe a la justificación del crimen que late en el propio origen del mundo neoliberal impulsado por la sociedad de consumo tras la Segunda Guerra Mundial. A la cosmogonía atómica que engendra este nuevo orden global, se corresponde el apocalipsis de una muerte inesperada y masiva, ejecutada como un chasquido, símbolo del gesto caprichoso y sin coste por antonomasia, a través del guantelete infinito como una suerte de arma de destrucción masiva de dimensiones cósmicas. El significado de Tony como hombre sin corazón consiste en la dimensión despiadada de un país que optó por tomar miles de vidas al por mayor y sin previo aviso, para decantar una contienda a su favor al punto de inaugurar su época de hegemonía. La obtención de corazón por parte de Tony Stark, y su postrero sacrificio para resucitar a una masa de media humanidad pulverizada de un plumazo, la semiótica de la ceniza no es aquí detalle insustancial, pretenden la amortización del UCM en algún tipo de cierre histórico que resuelva la exculpación atómica de Hiroshima y Nagasaki de una vez y por todas, en lo que se refiere a la producción y lanzamiento de las bombas, pero sobre todo, a su justificación filantrópica. Durante el metraje de Endgame, contra el pecado macronuclear, Tony tiene la oportunidad de viajar en el tiempo gracias al envés de las virtudes propias del mundo subatómico, y arroja a su padre un mensaje cifrado. Comienza por invitar a reconocer al protagonista del Proyecto Manhattan "recordando sólo las cosas buenas", en lo que tiene algún grado de persuasión a la propia audiencia de la película. Y luego le lanza un consejo que el propio Howard le dio en algún momento. "¿Sabe?", dice Tony, "decía cosas muy sabias: Ninguna suma de dinero te compra un segundo de tiempo". Howard, el participante original en la justificación demagógica de la culpa bélica a gran escala, dice de sí mismo sin saberlo, "era un tipo listo". Y tanto. Tony parece arrojar sobre su padre esta frase a modo de consejo familiar, pero el consejo cifrado que lo hacía tan sabio, en el original toma la expresión "drop the odd curl", y es difícil no valorar en nuestro contexto de análisis hasta qué punto "el extraño rizo arrojado" no se refiere a la propia bomba. Por lo demás, no es cierto que el dinero no compre tiempo. No otra cosa es la producción de la Infinity Saga, sino la compra de 3000 minutos de atención en películas que tienen la función de lavar una culpa de origen y cambiar la Historia. De eso va el UCM. La instauración de un modelo de instrucción cultural que toma como referente emblemático al CEO neoliberal, es la guinda de un pastel que cocina el temor de sobrar a la mínima que suene el chasquido de Thanos.





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