Escatología del CEO como salvador del mundo IV. De la necesidad del arma a la virtud del armamentismo

Por regla general, la crítica de cine considera el éxito comercial del género de superhéroes como un índice inversamente proporcional a su valor artístico. Su poder masivo de convocatoria reside en su capacidad para seducir a las audiencias a fuerza de simplismo y efectismo. El simplismo efectista del género de superhéroes comienza por los protagonistas de sus historias. El superhéroe es un personaje esquemático y estereotipado que, correspondientemente, tendería a la transmisión de un grado cero cultural. Sin embargo, el éxito comercial y sociocultural de este esquematismo refuerza el potencial pedagógico de su lección de fondo. Esta lección comienza por la definición del superhéroe como sujeto que goza de un superpoder, y continúa por la confrontación del superpoder, como medida justiciera, de ajuste social, frente al arma convencional del criminal común. Cuando retiramos el aspecto metafórico del superpoder, la ontología del superhéroe resulta vinculada al uso de un arma, idealizada, radicalmente vinculada con el carácter que nos hace únicos en términos identitarios. En resumen, el superhéroe proclama en su propia existencia una necesidad del arma. 

La necesidad del arma que late en la propia presencia del superhéroe constituye un aspecto políticamente incorrecto hoy en día, porque la tenencia del arma implica, en su uso, la conducta agresiva. Cuando esta necesidad del arma quede expuesta mediante el discurso construido en torno a la figura de Tony Stark, el aspecto políticamente de su implicación agresiva se manifestará en los propios límites etimológicos de ese término. No ya por lo que se refiere a una cierta sinonimia de lo agresivo con lo hostil y lo violento, sino con la adopción de una postura agente, expresando una capacidad de reacción "ad-gressus", "yendo hacia alguien", dando un paso al frente con capacidad de reacción frente al (desajuste del) mundo. Si el tópico del superhéroe como grado cero cultural impide reconocer el aspecto políticamente incorrecto del uso del arma para valorar el discurso ideológico del cine que consumen los menores, tanto más difícil resulta considerar la propia impertinencia ideológica de la toma de iniciativa individual como prerrogativa política. Y ello pese a que el UCM se encarga de representar cristalinamente este hecho, a través del conflicto que se desata cuando Tony Stark decide, por su propia cuenta y riesgo, "privatizar con éxito la seguridad mundial" a cuenta de poner sobre el tablero su poder para fabricar armas.


Semejante exceso será, consecuentemente, una de las cargas que a la postre obligará al sacrificio del personaje. O dicho a la inversa, el sacrificio del personaje permitirá depurar catarticamente el aspecto execrable de un discurso que defiende la agresión como derecho radical a dar un paso al frente (adgressus) en la tarea de erigirse en policía global por la fuerza, por lo que respecta al propio valor alegórico del personaje en relación a su país y la corporación como sujeto de la libre empresa. En el sacrificio postrero de Tony, lo que era eventualmente intolerable se demostrará como verdadero por la fuerza la exhibición sublime. Y el hecho de que el cine de superhéroes no parezca precisar de crítica por su aparente ausencia de valor cultural, permitirá la penetración de esta lección pedagógica, de puro elíptica pese a haber estado a plena vista, sin ambages. 

Para construir este discurso, lo peculiar de Tony Stark como eje del UCM consiste en la externalización de la relación esencial del superhéroe con el arma. De la ontología del superhéroe como personaje público, el UCM traslada la relación con el arma al terreno privado del negocio. De la exhibición del superpoder como arma excepcional, en todos los sentidos del término, a la proliferación armamentística convencional de Stark Industries. En el horizonte, el guantelete del Infinito como madre de todas las armas en espera de ser robada por Tony Stark para redimirse prometeicamente en su uso autodestructivo. De esta suerte, un relato que parte de la necesidad del arma como esencia agresiva del superhéroe, terminará por hacer virtud falaz del armamentismo.

Así que no es extraño al mirar en detalle los guiones del UCM, observar hasta qué punto el tema del arma es crucial y redundante. Durante la primera Fase de la Saga del Infinito, Iron Man I gira en torno al peligro de que el terrorismo islámico consiga el arma del poder político hegemónico (su propio Iron Man). Hulk narra la conversión de un individuo en arma de destrucción masiva y la tentación perversa del Ejército por apropiárselo. Iron Man II retoma el tema de la película anterior para desplazarlo al terreno que combina el riesgo de la competencia empresarial ilegítima y la referencia soviética como enemigo histórico durante la Guerra Fría. Thor extiende el motivo de la Guerra Fría al terreno de la metáfora fantástica al plantear un conflicto histórico entre Asgard y los Gigantes de "Hielo", en una trama que gira en torno al martillo del protagonista como arma sublime y la conquista de la fuente del poder del enemigo como tregua. Capitán América trata la búsqueda de un arma mística que permita al ejército nazi ganar la Segunda Guerra Mundial, y la propia "weaponización" del soldado de infantería a través de una traumática mutación personal. Avengers I desplaza el interés por obtener un arma de destrucción masiva al terreno metafórico del 11S, al centrar su trama en un ataque a New York por obtener el Teseracto. 

En términos de recurrencia semántica, el guion de Iron Man I menciona la palabra arma hasta en 27 ocasiones y se hace referencia a misiles (incluyendo la mención al Jericho) hasta en 13, con una mención expresa a la bomba atómica. Iron Man II menciona la palabra arma en 14 ocasiones, las mismas que se menciona la palabra dron, junto con un conjunto de menciones diversas a granada, pistola, casco, lanzadera, minipistola, plasma, espada, etc. Hulk rebaja la mención del arma hasta 5 ocasiones, aunque el propio protagonista es considerado un arma de destrucción masiva. El aspecto fantástico de Thor camufla la cuestión armamentística, con 7 menciones expresas al tema. También 7 menciones expresas al arma se dan en Capitán América que, centrada en la Segunda Guerra Mundial, cuenta con menciones de armas específicas tan variadas como arsenal, bayoneta, bala, granada, rifle, tanque, etc. Avengers menciona 6 veces la palabra arma, con otra pléyade de referencias concretas. En total, durante los 742 minutos que dura el visionado de la Fase 1 se producen 258 menciones al campo semántico del arma. Esto significa que cada 2,9 minutos, la audiencia menor de edad recibe una información donde se hace referencia expresa a un arma, genérica o concreta, convencional o fantástica. Puede que, como tiene a pensar generalmente la crítica de cine, el género de superhéroes sea culturalmente insignificante. Psicológicamente, esta tarea de goteo cognitivo supone la normalización de una postura ideológica basada en un principio de agencia agresiva y, por extensión, una agencia globalizadora a través de la imposición hegemónica de un principio de fuerza armamentística que, de lo cuantitativo a lo cualitativo, terminará por sublimar su presencia, de puro necesaria, en opción paradójicamente virtuosa.


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