El superhéroe psicologizado IV. El placer narcisista de salvar al mundo es el de condenarlo

El diagnóstico psicológico de Tony Stark como personalidad patológica afectada por un trastorno narcisista es un dato relevante por lo que significa su personaje en el marco de un relato donde, el héroe, está llamado a ser un modelo de instrucción para la audiencia, pero no podemos decir que esta relevancia se acentúe por un carácter de excepción. Por el contrario, el patrón de conducta narcisista aparece reiterativamente como un aspecto estructural del UCM.

La existencia de un patrón egocéntrico de grandiosidad que llama a la necesidad de adulación y la falta de empatía. se puede encontrar como punto de partida de otros superhéroes del UCM. Quizás es Dr. Strange quien presenta este patrón más subrayadamente, mostrando una arrogancia y una soberbia rayanas en la crueldad, hasta que un accidente de tráfico le obliga a depurar estos defectos a través de un doloroso camino de redención personal. Star Lord muestra el aspecto inmaduro de esta personalidad hasta un límite grotesco, trufándolo de momentos que obligan a Gamora a pasar por alto una conducta ridícula de forma condescendiente. También vemos a Thor actuar como una celebrity que precisa ser adulada aprovechando su posición de poder en el reino de Asgard.

De una forma u otra, casi todos los superhéroes del UCM contienen la necesidad de colmar un aspecto de reconocimiento social como forma de compensar una necesidad íntima marcada algún problema de baja autoestima. Incluso el personaje más señaladamente responsable por contraste con Tony Stark, arrastra su sentido del deber de un contexto enfáticamente construido en torno a su ausencia de atractivo para las mujeres. Puede que Capitán América sea el soldado perfecto por un altruismo nacionalista sin parangón, pero, como veremos cuando abordemos su subtexto freudiano, esta virtud aparentemente pura está alineada con la necesidad de compensar ese físico debilucho que lo hace invisible a las chicas contra el éxito de su amigo Bucky Barnes, que al comienzo de First Avenger se las lleva a pares. Algo a lo que por fin puede esperar al punto de poner celosa a su enamorada en la escena con Lorraine.


La existencia de un patrón narcisista como esquema reiterado de la personalidad superheroica en el UCM puede explicarse por dos razones narrativas. En primer lugar facilita la construcción de un personaje llamado a un viaje de aprendizaje personal en el punto de partida donde precisa presentar una serie de defectos que redundan en cierto grado de problema antisocial. En segundo lugar, este aspecto narcisista facilita la identificación entre el personaje y una audiencia que, como menor de edad, se supone que participa del mismo casi normativamente, por cuanto la adolescencia compone una fase de desarrollo psicológico particularmente marcada por interrogantes personales de este tipo. Sea como fuere, la psicologización del superhéroe como factor de interés problematizante del UCM, introduce a través del tema del narcisismo un principio ambiguo de disonancia, que está llamado a convertirse en terreno de negociación demagógica a la hora de discriminar el interés individual y el interés social de la conducta superheroica.

Como se apuntó en la entrada anterior, el aspecto antisocial del trastorno narcisista ha tenido un recorrido de aplicación cinematográfica a través de formulaciones diversas del esteta kierkegaardiano. Se señaló una deriva en este sentido, marcada por el rebelde sin causa como rebelde moral, que pasaba por el vampiro moderno de Anne Rice como monstruo contemporáneo, y desembocaba en la figura del psicópata emblemáticamente representado por el personaje de Hannibal Lecter. En todos estos personajes afloraba cierto atractivo ambiguo, marcado por una negociación entre la criminalidad antisocial y su justificación perversa en términos de moralidad íntima autodeterminada. La particularidad del superhéroe Marvel en este contexto, consiste en cómo encabalga esta negociación de lo estético a lo ético en un sentido expresamente político, conforme al discurso hegemónico de consenso administrado por el Gran Relato que maneja el poder establecido de su época. En la era del terrorismo global, la falta de empatía y la soberbia narcisista de ese Tony Stark que todo lo amortiza en términos de grandiosidad personal, le sirve inicialmente para obviar las reservas morales que acompañan a su negocio como armamentista. Cuando Stark decide tomar conciencia de este problema adoptando un papel superheroico, vuelve a incidir en una actitud despótica donde decide unilateralmente hacer bypass de las instituciones encargadas de mantener la seguridad mundial.

El aspecto expresamente político no agota las particularidades que presenta la formulación del esteta a través del personaje de Tony Stark. Su representación formal a lomos de un contexto creativo marcado por interfaces virtuales, modifica esencialmente los parámetros potenciales de desarrollo narrativo ofrecidos por un personaje que se define por su capacidad radical para virtualizar el acto social. Era así que, el esteta kierkegaardiano, operaba socialmente según sus propias reglas en un marco de evaluación virtual ajeno a las reglas establecidas. La anomalía de su conducta era simbólica, impugnando el orden establecido según una ética reencantadora del mundo moderno que dotaba a sus actos creativos de un valor social de vanguardia. Tony Stark va a confundir las ideas de materialidad y virtualidad que inicialmente componían los polos contrarios de una dicotomía de pensamiento, al convertir la virtualidad en interface de transformación material con alcance político en un contexto donde, por lo demás, su genialidad creativa arranca en su propia hibridación como cyborg que debe su vida a un corazón maquínico.

De esta forma, Tony Stark parte como un esteta que cuenta con los parabienes de un orden social sostenido mediante un poder militar al que alimenta. Al complementar este poder hegemónico con la decisión unilateral de construir de Iron Man, inicialmente compensa el aspecto inmoral de su posición como fabricante de armamento con su nueva posición justiciera. No obstante, su decisión de usar a Iron Man como factor de privatización de la seguridad mundial virtualiza un nuevo orden contra el poder institucional hegemónico. A lo largo de su historia, Tony Stark materializa esta oposición en un movimiento creativo de virtualización hipertecnológica donde se funde progresivamente con la máquina. Esta disolución personal de lo humano en la máquina, es el factor de ajuste que permite convertir su extravío en sacrificio redentorista.

Cuando hacemos notar el trasfondo ideológico de Tony Stark como punto de encuentro entre el prestigio cultural del esteta y la monstruosidad antisocial del psicópata, pulsamos la radicalidad demagógica de un discurso que entraña el sacrificio de redención como elevación sublime del capricho. Hay en la historia ejemplar de este CEO dominado por un defecto de hibris, desatada en un proceso de creación formidable, la corriente subterránea de una sospecha sobre la motivación superheroica como extraño placer de salvar el mundo. 

Y es que la psicologización del superhéroe por esta vía, conlleva una problematización que obliga a considerar una personalidad demagógica que equipara el deber con su deseo. Creación por destrucción presentadas en un ciclo de incesante reseteo, no es de extrañar que a la luz de un carisma estético tan intrínsecamente contradictorio en términos morales, el personaje al final de esta escalada al alza narcisista encuentre, en el victimismo romanticista de Thanos, a su exponente más valioso de puro absolutamente problemático. Pues el placer narcisista de salvar el mundo por parte de un egocéntrico que busca en el bien ajeno un pretexto para brillar por una pulsión destructiva no confesada, se confunde con el de condenarlo políticamente. Pero esta discutible lección moral del UCM a cuento de Thanos la veremos ya en las entradas que siguen.  




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