Thanos como esteta definitivo I. Del Joker como novedad a Thanos como Progreso mismo

Que el villano tiene el favor de la audiencia actual frente al superhéroe, es algo demostrado por el auge del Joker frente a Batman. Este giro de profundas implicaciones morales no deja de ser consecuencia de la reconversión del superhéroe en esteta. Y es que cuando el atractivo heroico contiene un trasfondo patológico redimido por una corona de espinas, como ocurre en el caso de Tony Stark, el villano ve sembrado un camino de rosas para que terminar encumbrado como modelo de referencia definitivamente carismático.

El esteta es un sujeto antisocial por definición, cuya posición nace de su propio posicionamiento radical de impugnación de la realidad, frente a la que actúa contraviniendo arbitrariamente sus convenciones (Bürger, 1997). No hay quizás encaje artístico más expreso entre la performatividad caprichosa del esteta y el supervillano que el del Joker de Burton (1989) tomando el museo de Gotham. Su destrucción duchampiana de las obras de arte al ritmo funky de Prince, representa el sueño húmedo del espíritu transgresor que late en el artista moderno, por cuanto conjuga festivamente el simbolismo del gesto caprichoso con la criminalidad literal de un performer que, por fin, ha logrado consagrarse definitivamente como enemigo público nº 1 a todos los efectos.

Pero si existe una pugna entre el superhéroe psicologizado y su némesis por acaparar el favor de la audiencia en función del prestigio estético, es porque la antisocialidad del esteta encierra una moralidad prosocial que se expresa al límite de su encaje histórico. Si Breton anticipa al psicópata al designar como colmo surrealista la pretensión de coger una pistola y salir a disparar aleatoriamente a los transeuentes, es porque el artista de vanguardia comprende un valor moral al fondo del crimen gratuito. Cuando Thanos defiende el diezmo neutral de la población mundial a la mitad como un acto de compasión, está incidiendo en esta conciencia moral del acto social del esteta, elevando la paradoja a su máxima expresión.

El crimen surrealista arrastra en su gesto la denuncia romántica del mundo desencantado por la civilización moderna, mientras el despoblamiento como medida ecológica extendería el problema del ámbito cultural al de la necesidad biológica. Thanos contempla la especie humana se revela como virus planetario dominado por un gen egoísta. El desencantamiento del mundo sería el primer síntoma del agotamiento al que es sometido el planeta por la capacidad epidémica de la dinámica civilizatoria. Thanos es el artífice definitivo de vanguardia, asumiendo el deber escatológico de gestar un mundo nuevo en la muerte del viejo por el poder gestual de un chasquido. La paradoja del esteta consiste en que encierra una realización al límite donde el artífice traspasa la frontera hasta el estadio religioso.

En el trasunto de esta revelación, Thanos es un esteta en toda la expresión kierkegaardiana del término. Su capacidad para sobrevolar la realidad es literal y elevada a dimensiones cósmicas. Derivando situacionistamente por las inmensidades marginales de un nomadismo intergalático, Thanos transita los campos civilizatorios para sólo agenciarlos de forma tan puntualmente tangente como horriblemente destructiva, a través de un gesto impugnatorio capaz de resetear la civilización. Pero el aspecto literal de esta liberación frente a las necesidades mundanas no excluye la capacidad de Thanos para tratar con la realidad en términos de capricho simbólico. 

Thanos puede destruir literalmente de un plumazo el statu quo pero, como el Joker de Burton, también se permite epatar con golpes de efecto que demuestran su poder eventual para hacer de la "realidad lo que sea que él quiera", a través de la producción de simulacros y bromas sarcásticas donde convierte las armas de sus enemigos en lanzadores de pompas de jabón que anulan toda voluntad de defensa por parte de los agentes del orden. Todo el aspecto performativo del esteta como despliegue caprichoso de una conducta transgresiva de puro anticonvencional, está llevado a su máxima expresión en esta capacidad, que tampoco añade un poder sustancial a un villano de dimensiones formidables, pero sí colorea al personaje de las connotaciones prestigiosas adquiridas por el esteta a lo largo del decurso histórico de la contracultura, amortizando la evidencia de este poder categórico a modo de satisfacción narcisista.

Que el Joker atenta contra la sociedad por entenderla injusta, es un tema destapado hasta sus últimas en la película que lo tiene finalmente como protagonista (Phillips, 2019). En el caso de Thanos, el golpe de efecto que espera a su figura como rebelde moral, consiste en que su aparente rebeldía sin causa, encierra una causa ecologista contra la corrupción genética del statu quo. El esteta kierkegaardiano atenta contra un mundo desencantado para reencantarlo en un gesto estilístico tan radicalmente original que se propone como crimen cosmogónico contra el statu quo. Thanos atenta contra la especie como generadora de un statu quo en la medida en que el aumento civilizatorio de población conlleva el agotamiento del ecosistema que lo sostiene. De nuevo, el trasfondo del esteta es religioso como veremos en futuras entradas.

Si el esteta es alguien que se consume en el coste antisocial de actos radicalmente originales, esto es, cosmogónicos, Thanos descubre un valor radicalmente sacrificial en su posición personal, al involucrar el sacrificio de su amada hija para adquirir el poder necesario que le permita regenerar el mundo. En cierta forma Thanos es el romántico definitivo, atrapado entre el héroe y el único (Argullol, ). Su antisocialidad horrible esconde una prosocialidad saneadora a partir de la cual, se resetean sistemas que permiten introducir a las civilizaciones que diezma en nuevas edades de oro paradisíacas. Su acto salomónico de purgación poblacional en un acto de justicia estadístico contra la invalidez de la noción moderna de progreso. La injusticia eugenésica como colmo de los horrores totalitarios, encierra un fervor por la noción de equibrio como fundamento de la justicia aristotélica.

El anacronismo heroico de Superman reside precisamente en su dificultad para presentarlo a través de la contradicción estética, pues su invulnerabilidad normativa impide introducir contradicciones psicológicas en el personaje que fuercen su dramatización dilemática. El dilema que encierra la construcción estética del superhéroe actual consiste en la depuración de su dimensión antisocial por su transmutación prosocial, en la frontera de una moralidad demagógica de naturaleza perversa. En este sentido, el atractivo del superhéroe contemporáneo siempre va a palidecer frente al del villano. Garante del orden que protege el statu quo, el superhéroe maneja su atractivo antisocial con el freno de mano echado. La antisocialidad del villano siempre puede manifestarse de forma más radical, inmediata y sin ambages, mientras el prestigio estético del superhéroe está mediatizado por el obstáculo de su naturaleza heroica como garante del orden, ni que esta garantía sea perversa. Por ello la antisocialidad del Joker siempre va a resultar más atractiva que la de Batman por mucho que se plantee como Caballero Oscuro.

El Joker y Batman son dos individuos cuyas dimensiones existenciales funcionan a la misma escala. Sin embargo, Tony Stark se la juega con una némesis de dimensiones cósmicas. La diferencia cuantitativa entre ambos personajes es tan formidable que redunda en un giro cualitativo de la relación entre ambos. A escala humanista, con el individuo como unidad de medida social, la villanía estética consiste en promover el caos contra un orden establecido que precisa progresar, así que la conducta gratuita fomentada por la condición de autonomía contiene un principio de originalidad susceptible de reconocerse de acuerdo al valor libertario de la novedad crítica. Este espíritu es el que anima el favor de la audiencia actual por el Joker.

Pero el UCM funciona en una progresión de escalas mucho más amplia y, en cierta forma, es un cine dedicado a explotar implícitamente el valor de progreso social a través de representaciones hipertecnológicas que, con su asombrosa presencia, legitiman la función social de la institución corporativa que dirige su protagonista. El aspecto estético de Tony Stark radica en la propia condición de Stark Industries como motor de progreso, en la medida en que el progreso es moralmente conflictivo contra la costumbre desde su propia raíz etimológica (mos, moris). Así, mientras el UCM promueve la legitimación de la corporación privada apoyándose en el dispositivo histórico de la Exposición Mundial, recoge la crítica de progreso desatado hasta su inversión distópica por mor de una mala gestión de la radical autonomía creativa a través de fenómenos como Ultron. 

La novedad tecnológica de Stark Industries nace con una señal de estigma prometeico contra el progreso como suerte social de libertad individual. Pero la escala del UCM contiene una serie de ampliaciones tan vastas que despliegan la res extensa de lo corporativo a lo planetario pasando por lo nacional, como antesala de lo cósmico como terreno cada vez más hundido en la vastedad marginal de la profundidad intergaláctica. Cuando el superhéroe sondea estos márgenes en la misión de encontrar una solución contra un villano de dimensiones tan formidables como Thanos, termina situado literamente, por la vía del conocimiento moderno, en "Ningún Sitio" (K-Nowhere). Y es que en una escala tan desplazada de la conciencia humana, la transgresión novedosa de Thanos deja de ser motor de progreso para convertir tendencialmente a Thanos en hipervillano (Morton, 2013) que alegoriza al Progreso mismo. Así que contra este límite gravitacional el héroe queda sin sitio para generar atractivo.


Bürger, P. (1997). Teoría de la vanguardia. Península

Burton, T. (1989). Batman [película]. Warner Bros. 

Morton, T. (2013). Hyperobjects: Philosophy and Ecology After the End of the World. University of Minessota Press.

Phillips , T. (2019). Joker [película]. Warner Bros.


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