El joven rebelde como sujeto revolucionario III. La traición del falso Sócrates

El desinterés mostrado por la policía cuando Jim Stark va a confesar su participación en la Chickie Run no señala sólo la difuminación del valor económico del bien material en el seno de la nueva sociedad de consumo impulsada con la Guerra Fría; es también el colofón a un itinerario donde sistemáticamente se ha invitado a Jim Stark a acomodarse en el uso de la mentira. En este sentido, la autoridad denota su desdén por la verdad, que aparece como un valor en desuso, radicalmente depreciado por falta directa de atención que merece.

El caso es que el compromiso con la verdad es lo que define a Jim, y por extensión su poder personal. En la antesala de espera a la Chikie Run, Platón y Judy señalan que aquí reside el atractivo del personaje. "Es sincero", dice Platón a propósito de su nuevo amigo, a lo que Judy responde que "eso es lo principal". Posteriormente, en la escena del encuentro nocturno de Judy y Jim, de nuevo en la antesala de otra escena fundamental de la película, como si la reiteración en el valor de la verdad fuera la prerrogativa expositiva necesaria para orientar la amortización moral del relato,  Judy se lamenta de que "nadie actúa con sinceridad", a lo que Jim responde que "puede confiar en él". En suma, el rebelde sin causa presenta al joven en sociedad a través de un modelo caracterizado por mantener una relación fundamental con la defensa y el ejercicio de la verdad. De esta forma, Jim Stark contiene el germen de la demanda de autenticidad que caracterizará al movimiento contracultural una década más tarde.

La película es didácticamente expositiva en este sentido. A lo largo de sus escenas, los personajes van conectando los aspectos morales pretendidamente valiosos en la construcción de un discurso muy claro en este sentido. El valor fundamental del rebelde sin causa como sujeto social reside en su compromiso con la verdad, y este compromiso constituye la base de su poder. La defensa de la verdad supone el fundamento determinante que permite al individuo mantenerse con la valentía necesaria para evitar la tentación de huir frente a la adversidad. Y esta valentía es la garantía de que este individuo se acompaña del ejercicio de la solidaridad suficiente para ayudar al prójimo en caso de que surja un problema. 

La verdad llama a la valentía, y la valentía a la solidaridad. En todo ello circula un poder que convierte al joven como rebelde sin causa en modelo social digno de confianza. Esto es lo que se negocia durante la escena de intimidad entre Jim y Judy ya en la Mansión, cuando Judy responde a la pregunta de qué significa ser "hombre". Alguien que es "fuerte" porque no "huye cuando se lo necesita". Esta fortaleza descansa en el compromiso previo con la verdad. Y el entreveramiento personal con la verdad por esta relación de compromiso, compone ese constructo romántico tremendamente confuso, como veremos en próximas entradas, que se convierte en epicentro dinamizador de la cultura juvenil a través de la búsqueda de "lo auténtico".

Rebelde sin causa no sólo construye un discurso en torno al edificio moral del joven como sujeto social, sino que contrapone este referente novedoso frente a los valores inversos del mundo adulto. El aspecto revolucionario de este nuevo sujeto social reside, pues, en suponer un germen potencial de un sistema nuevo, caracterizado por su acomodamiento al uso de la mentira como factor social homeostático. De forma muy concreta, la defensa de la verdad de Jim Stark como fundamento moral se produce en función de su participación en el acontecimiento que ha concluido fatalmente con la muerte de un semejante. Pese al acoso que ha sufrido por parte del fallecido, y la rivalidad que se ha desatado en términos de triángulo amoroso con Judy, Jim está dispuesto a confesar lo sucedido a la policía. 

Una larga escena en el hogar paterno muestra a Jim discutiendo con sus padres contra esta determinación personal. Sus padres, lejos de alentar esta decisión, intentan convencer a Jim de que esta actitud radical es terriblemente ingenua y fruto de la inexperiencia. El Sr. Stark le aduce que "no puede ser tan idealista" y que "nadie le va a agradecer" el gesto. Jim recuerda entonces a su padre que su educación ha estado basada en el deseo de que el chico "diga siempre la verdad", frente a lo cual, su padre matiza este deseo señalando que no es óbice para el uso de "mentirijillas". Jim le dice que "no está seguro de querer aprender [a ser adulto] de esta manera". Esta manera consiste en el manejo torticero de la verdad, el aspecto moldeable del fundamento personal cuando el valor moral pone en conflicto al individuo frente a la sociedad. El tema es tan clásico en la cultura occidental como el fin de Sócrates.

Socrates se va a mantener fiel a la verdad, exponiendo con su muerte el déficit moral de la sociedad de su tiempo, voluble y maleable en su relación sofística con la versión de los acontecimientos de acuerdo a la ausencia de radicalidad filosófica, esa que el padre de Jim tilda de "excesivamente idealista". La sociedad conformada por el mundo adulto se mueve pues, orientada en un sentido inverso al del joven, por lo que este entra en una actitud de rebeldía que la sociedad, en virtud de su capacidad para ejercer un poder hegemónico conforme a la construcción de un discurso sofístico, va a reconocer como polémica ausente de causa, esto es, de razón, de motivo. El motivo, no obstante, es el siguiente. La mentira como fundamento personal constituye una debilidad que llama a la cobardía, y la cobardía impide ejercer el principio de solidaridad con el prójimo. 

La enseñanza moral en términos sociales no es menor. La mentira impide la generación de lazo social, y la sociedad misma aparece como un proyecto en peligro por el vicio mentiroso al que invitan los padres. Este es el motivo, de hecho, de que Jim y su familia se encuentren en una dinámica reiterada de desarraigo, teniendo que cambiar periódicamente de residencia. Y este es el motivo por el que el apelativo de "gallina", como sinónimo de "cobarde" dispara en Jim una conducta automática de confrontación para demostrar que él no es como su padre. Este "hombre" totalmente desempoderado que se arrastra por la casa con delantal recogiendo la basura, y que disfraza de afabilidad su falta de valentía para componer situaciones que eviten de antemano el conflicto.

Por lo demás, el problema social que acarrea esta falta de compromiso radical del mundo adulto con la verdad no se restrige a la traición particular de un solo individuo representado por el padre del joven protagonista. La película señala el enraizamiento de la mentira en un linaje que se renueva generación tras generación. En la escena inicial en comisaría, Jim reprocha a su abuela su condición de mentirosa compulsiva, y la escena de la disputa de Jim con sus padres por sostener su defensa de la verdad contra viento y marea, culmina con su escapada del hogar familiar tras destrozar el retrato de su abuela con una patada que viene a simbolizar su negativa a entrar en componendas con la tentación de salvar su pellejo a costa de renunciar a sus principios. Es el momento que antecede a su presentación en comisaría, donde la autoridad demostrará no tener el más mínimo interés en escuchar a un individuo dispuesto a incriminarse por defender la verdad contra su propio beneficio. En esa misma escena, el colectivo juvenil demostrará estar ya entrampado en el uso de la ocultación. Los amigos de Buzz, que deberían estar interesados en que saliera la verdad a la luz para hacer justicia al fatal destino de su antiguo líder, están vigilantes de la conducta de Jim por las consecuencias incriminatorias que pueda tener su delación para ellos. El rebelde sin causa se convierte así en un paladín que, al quedar en situación de liderar potencialmente a la generación que ha quedado huérfana con Buzz, queda en trance de poner en riesgo todo el edificio sobre el que se sostiene el orden social. 

En una historia que encierra un mecanismo de solución sacrificial para depurar una reactualización cosmogónica del orden social, como es el caso de Rebelde sin causa, todos estos materiales indicarían a un desenlace marcado por la muerte renovadora del carismático Jim, a la manera en que la muerte de Sócrates pone en evidencia a la sociedad de su tiempo y se postula como nuevo paradigma personal a través de un saber filosófico comprometido radicalmente con la vinculación armónica de las ideas de justicia, belleza y verdad. Sin embargo, algo late desde muy pronto en el carácter del rebelde sin causa que señala estar dispuesto a negociar una escapada a este destino en perjuicio de la persona que pone su confianza ciega en él. 

El desenlace de la película ve caer sacrificado al personaje de Platón, precisamente, el débil y engañoso por antonomasia. El que arrastra una mentira nefanda con respecto a un pasado donde mata simbólicamente a su padre por el despecho que le produce su situación de abandono. La película parece sostener una moraleja en favor del poder social como generador de lazo social en este sentido, pero en puridad, lo lógico hubiera sido que el aspecto sacrificial que resuena tras la caracterización de Jim se hubiera cumplido en todo su extremo. Y en realidad, ya en la antesala de la Chickie Run, Jim ha dado dos señales de considerar a Platón como un potencial implicado en la estructura ritual de la historia. 

Durante la escena del Planetario apela a la atención de su reciente amigo para señalarle el valor de adquirir una importancia cósmica, esto es, trascendente en términos de orden social, cuando el astrónomo señala la constelación de Orion. Y al punto de iniciarse la carrera, Jim desprende un comentario que parece referirse al carácter morboso de Platón cuando dice que "se apuntaría a un ahorcamiento" cuando lo ve aparecer. Platón le pregunta si debería marcharse, pero Jim le dice que puede quedarse. En realidad la Chickie Run desencadena un proceso ritual donde, el propio Platón apunta a su yugular con sus dedos entrecruzados como filos de navaja, en la intuición inconsciente de que lo que surja de ese desafío a muerte entre Jim y Buzz terminará por repercutir en su suerte al final de la historia.

 
De los entresijos freudianos y políticos que acompañan a la traición de Jim se habló profusamente en la segunda parte de Harry Potter y la cultura de la vigilancia (Abad, 2019). Lo importante por lo que respecta a la revisión del discurso puramente moral de la película, se refiere a considerar cómo existe un subtexto en Rebelde sin causa, donde el carácter del rebelde sin causa como modelo significado en una determinada defensa de la verdad, cueste lo que cueste, encierra una doblez taimada que va desplegándose conforme se acerca el desenlace de la trama. 
 
Es esta doblez que lo convierte en figura tentadora de resonancias edénicas relativas al pecado original para convencer a Judy de acompañarle a visitar la Mansión; pero, sobre todo, es la actitud desplegada por Jim en el Planetario para convencer a Platón de que se entregue tras haberle dejado indefenso al descargarle en secreto el arma. Es de nuevo una actitud abiertamente enmarcada en función de la confianza que merece el compromiso determinado con la verdad. Cuando Jim pregunta a su amigo expresamente si "confía en él" bajo la aclaración de que "no va hacer nada que le dañe". Donde llega incluso a afirmar que Platón gusta a la gente que, fuera, le espera para ejecutar su ajusticiamiento por un aparente malentendido que, como fatal circunstancia, encierra la necesidad de imponerse en términos de deus ex machina. 
 
Para entonces Jim ha entendido en secreto que forma parte de una historia que se salda con una muerte, que corresponde a quien porte, al punto del desenlace, esa distintiva cazadora roja que en términos de Red Scare macartistas, es inevitable no pensar no funciona como estigma ideologemático a modo de purga del colectivo. Así que Jim cambia eventualmente a Platón su chupa roja. Mientras Platón la sostiene en la precariedad de mostrarla como un bebé a sus brazos antes de vestirla, Jim aprovecha para quitar las balas la pistola de su amigo con el pretexto de evitar su mal uso, y la devuelve aprovechando que Platón piensa que puede defenderse con ella, a una mala. El sacrificio se consuma con la muerte de Platón, y Jim sobrevive como si Sócrates hubiera abjurado en el último momento de la filosofía mediante un quiebro sofista. Y el joven como sujeto en rebeldía por constituirse en paladín de la verdad, se traiciona a sí mismo para cumplir con la demanda de integración social que reclama un mundo adulto enraizado en la mentira.


Con la muerte de Platón se cumple el vaticinio velado que Jim lanzó a su amigo al finalizar la clase en el Planetario. Platón había quedado atemorizado ante el apocalipsis cósmico desatado en la clase de astronomía, y Jim le advierte que el mundo ha terminado. Ha terminado desde luego para Platón al final de Rebelde sin causa, justamente, reactualizando cosmogónicamente un orden social fundado en el engaño al que ha sido sometido. También en el Planetario, Platón vuelve a expresar la duda a Jim de que el fin del mundo venga durante esa noche, razón por la cual evita cualquier atismo simbólico de luz; Jim afirma con rotundidad que llegará al amanecer desatado con el acontecimiento de su muerte, correlativa en términos racionales pero causal en términos rituales y míticos. Jim está en el secreto de lo que trasciende al aspecto circunstancial e inmanente de la situación para entonces, por lo que parece.



El desenlace de Rebelde sin causa responde a las características de una película de tesis por cómo enmarca por discurso mediante un uso expreso de los términos que han ido señalando qué significa ser "hombre" en relación a la defensa irredenta de la verdad. Con el cadáver de Platón tirado en el suelo y Jim arrodillado en medio de la aparente desolación, el Sr. Stark le consuela afirmando que "hizo todo lo que un hombre podía" en tal situación. Es la conclusión a la pregunta de Jim que desencadena que vista la chupa roja. Jim pide consejo a su padre para saber "qué puedes hacer cuando tienes que ser un hombre". Su padre reclama prudencia y Jim, exasperado, encuentra la emblemática cazadora y la toma como estandarte.

Ser un "hombre" significaba inicialmente comprometerse con la verdad, adquiriendo un poder si se quiere polémico, asumiendo con valentía la posición de crisis que acarrea en relación con una sociedad fundada en la mentira al punto de asumir, con todas las consecuencias, un papel de chivo expiatorio. Al final de la película, lo que un "hombre" como Jim ha podido hacer es derivar la señal que lo anunciaba como chivo expiatorio a su mejor amigo, a través de una traición pergeñada en el engaño. El rito sacrifical de integración social que esconde Rebelde sin causa, termina por convertir al joven en un sujeto marcado por los atributos de un mundo adulto que se renueva, comenzando por vestir la chaqueta gris que su padre no tarda en ponerle por la espalda tan pronto como puede. 

Un nuevo sujeto social atado en el chantaje de la renovación de la mentira y consecuentemente desempoderado para, ahora sí, poder tomar a todos los efectos el papel de líder social que ha arrebatado a Buzz y formar una familia con la que era su novia. Así que cuando Jim presenta a sus padres a su novia en la formalización social de su reconocimiento como nueva pareja, la madre descuelga esa oración elíptica donde afirma que (Jim) "es...", y el complemento directo dictado por el curso lógico de los acontecimientos, obliga a considerar que ese hombre se encuentra edípicamente con lo que pretendía evitar, que es la palabra "gallina".

La demanda de autenticidad como estandarte del joven contracultural, en tanto sujeto revolucionario de su tiempo histórico, choca frontalmente con el valor germinal del rebelde sin causa cinematográfico. Si el rebelde sin causa es la presentación en sociedad del joven, su construcción fáctica como propuesta política adecuada a los tiempos de una sociedad de consumo inaugurada por la Guerra Fría, la traición al proyecto de vida en defensa de la verdad que acompaña a la salvación de Jim, de alguna manera infecta el potencial revolucionario de este nuevo sujeto social. Su asimilación por la propia lógica del discurso de management neoliberal desplegado por un nuevo espíritu del Capitalismo es casi un corolario esperando acumular una suma de contradicciones suficientes para desprenderse históricamente. La narrativa del UCM cosecha ese fruto a mayor gloria de un rebelde sin causa que amortiza ese prestigio a mayor gloria de un protagonista que ya no tiene recato en mostrarse como CEO de una gran multinacional.

Pero hay otra cuestión que no ha aflorado todavía en relación al uso de la mentira como solución homeostática de compromiso social. Es una cuestión muy profunda, que atesora una condición consecuente de tabú terrible, imposible de manifestarse. El orden social no se funda tanto en la mentira como fin, sino como medio de esconder otro motivo peor. Lo que hay al fondo es que el orden social se funda en un crimen, del que el sacrificio del chivo expiatorio, en este caso, Platón, es su secreta reactualización. Este crimen toma muchas formas pero, por lo que respecta al tiempo inaugurado por la Guerra Fría, del que el UCM surge como consecuencia y al que el UCM se debe en términos de corrección y actualización narrativa, Rebelde sin causa señala expresamente su naturaleza. Los problemas de "edad" propios del atolondrado elenco de protagonistas de la película son, en suma, los problemas de la época en que se cultiva, la "edad atómica". 

Y este es el punto de enganche genealógico entre Jim Stark y Tony Stark. Otro rebelde sin causa que se dedica a un negocio familiar enraizado en el Proyecto Manhattan, mercadeando con la guerra en nombre de la paz. Semejante disonancia es coherente con los comienzos de un linaje cultural donde el joven como protagonista iba para Socrates y se quedó en Gorgias, sacrificando, no por casualidad, a un primogénito que daba en llamarse Platón. 

Probablemente era la única verdad que soltó por su boca el sacrificado antes de extinguir con su breve vida la oportunidad de resetear un sistema que rompiera con la demagogia que, quizás, para cuando Jim Stark cumpla 100 años de su nacimiento, nos haya tragado a todos definitivamente consumando el tan temido fin del mundo que Thanos no pudo culminar. Y esto por el triunfo del CEO como apoteosis asimilatoria de la cultura juvenil. Sería la apotesis poiética de una autenticidad formulada a través una demanda prolongadamente demagógica. Y a ver quién pone al gato milenial el cascabel de renunciar a ser "auténticos", si la Generación X hizo bandera de lo mismo, en consecuencia con las precedentes, aceptando la muerte del líder del grunge como un sacrificio certificatorio de la pertinencia de este reclamo, ahora en manos de un sistema económico que aspira a esconder las relaciones de dominación tras el fulgor mendaz de lo aparentemente carismático. Las entradas de este blog se dirigirán progresivamente a deshacer este nudo generacional de recaída en la mentira más vieja del mundo, entroncada en lo, ahora escondidamente, religioso.


 

Abad, L. A. (2019). Harry Potter y la cultura de la vigilancia. Del rebelde moral al héroe subvencionado. Alfons el Magnánim.

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