Estilo y personalidad del superhéroe Marvel I. El exceso de personalidad como disfunción heroica

Capitán América y Hawkeye gozan de jerarquías muy distintas en el UCM, pero comparten un mismo problema. El primero es uno de los líderes principales de la serie, representando nada menos que a la Nación más poderosa del mundo. El segundo es un comparsa que completa las andanzas de un grupo de superhéroes. Tanto el uno como el otro son personajes que, por decirlo en términos de diseño gráfico, tienen un problema de branding. El decurso de sus historias respectivas les abocará a una actualización de imagen que facilite su encaje social, llevando a cabo, por así decir, un ejercicio de "restyling" que, en lo que tiene de "corrección semiótica", que en última instancia será "política", denota la superación de un problema original inscrito en la identidad referenciada por la marca personal del superhéroe. 

Este problema de branding no surge de un enfoque exótico ajeno al UCM. Por el contrario, está explicitado en la propia serie de Hawkeye en su Fase 4, haciendo converger, en torno a la actualización de marca del protagonista, el punto climático del relato, generando en la audiencia la catarsis necesaria para producir su desenlace. Sin embargo este punto climático está resuelto de cierta forma paródica. El nuevo disfraz de Hawkeye diseñado por la joven compañera que coprotagoniza la serie con él, se siente hasta cierto punto ridículo. Digamos que Hawkeye hace una concesión al vestir su nuevo disfraz en un movimiento reestilístico radical. Y es que Hawkeye se caracteriza, precisamente, por no ir con disfraz. Bajo el aspecto más o menos discutible del estilo de su nuevo disfraz, la actualización de Hawkeye para adquirir reconocimiento social consiste en aceptar la necesidad de ir "disfrazado".


Toda esta descripción encaja con bastante precisión en el proceso de formación y presentación social de Capitán América al comienzo del UCM. Como en el caso de Hawkeye, Rogers se alista en el Ejército suponiendo que adquirirá el correspondiente traje de soldado de infantería. Por el contrario, Rogers es dotado con el disfraz de Capitán América en condiciones que le resultan personalmente embarazosas. La presentación social de Capitán América como gancho propagandístico para vender bonos de guerra, tiene en realidad un aspecto paródico que permite paliar el efecto anacrónico de presentar los valores patrióticos y puramente idealistas que representa el personaje, respecto al mundo contemporáneo. De nuevo, el tono humorístico es la argucia narrativa para invitar a recoger el discurso de la película al rebajar su importancia, mediante su presentación paródica. Los disfraces son el signo formal que compone esta falacia. Pero es que el disfraz, en términos de marca personal, de la Fase 1 a la Fase 4, se convertirán en el núcleo identitario del personaje, pasando a ser el superhéroe mismo. 

Pero entonces, ¿cuál es el modelo de identidad desactualizado que precisa superarse y corregirse mediante la asunción del disfraz? Planteándolo en términos psicológicos, esta pregunta tiene que ver con la sustitución de la propia noción de personalidad por la de identidad. Lo que choca contra la radicalidad significativa del estilo en Hawkeye y Capitán América, es que los personajes tienen "demasiada personalidad" para aceptar las implicaciones semióticas de su disfraz. Este exceso de personalidad, que tradicionalmente constituiría un signo de virtud heroica, ha pasado a ser un defecto en el tramo de tiempo que va del nacimiento de Capitán América, en la década de los 40, al punto de situarnos en el primer cuarto del siglo XXI.

Que el "exceso de personalidad" se convierta en un problema, esto es, que la "fuerza de carácter" resulte inapropiada, apunta un giro radical en el cruce moral que la psicología contempla al evaluar la pertinencia saludable, en términos de normalidad promediada, de esta cualidad conforme a criterios pragmáticos marcados por una capacidad de tipo adaptativo. La fuerza de carácter, la fortaleza del personaje (character) social que somos, está ligada consecuente y proporcionalmente a la excepcionalidad adaptativa del héroe frente a la crisis instauradora del caos. El "exceso de personalidad" es lo que se amortiza como valentía necesaria contra el riesgo de afrontar un peligro nemesíaco, permitiendo la actitud heroica, en el mejor de los casos, restaurar el orden. La suplantación de la noción de personalidad por lo identitario supone, por tanto, un trasfondo de normalidad ligada a lo caótico, que precisa ser asumida por un superhéroe, no ya disfuncionalizado, sino apartado de su función social tal y como resulta entendida en un sentido clásico. 

En el colmo de este desplazamiento, Hawkeye es una serie donde se juega metanarrativamente con un espejo paródico de Avengers convertidos en musical; espejo que no ocupa una posición periférica sino central en el discurso de la serie. Como en el caso de la espectacularización de Capitán América en First Avenger donde se revela su función social como recurso propagandístico de guerra, los superhéroes de pega musical -como caricatura de la caricatura que el restlying de Hawkeye ya encierra, componen el verdadero espejo identitarista al final de la renuncia a la personalidad como exceso psicológico. Porque parece que el superhéroe como solucionador de problemas, que es el tema que requiere su exceso de personalidad y fortaleza de carácter, es un ente desafasado. Un referente con demasiado "contenido", demasiado sólido contra la oquedad total de caracteres musicalizados al estilo ligero de Broadway.

Y entonces, ¿será que realmente han terminado los problemas sociales que obligaban a contar con un héroe, prgresivamente depreciado hasta convertirse en estrictamente "despreciable" en términos identitaristas? ¿Será que hemos llegado por fin a este mundo post-Thanos capaz de armonizar orden y caos como homeostáticamente, al punto de no precisar un agente del orden a la vieja usanza? ¿O será que los viejos problemas sociales están irreconocidos por medio de un restlying donde, a fuerza de asumirnos como marca personal, comienzan a desparecernos de la vista de tanto como los hemos interiorizado íntimamente? ¿Será que se está produciendo una atomización social en la asunción hiperindividualista del problema social como problema personal soluble, y resoluble, en lo estilístico? En esta ambigüedad ontológica se negocia la identificación de la audiencia contemporánea de cine con el referente del superhéroe Marvel, a través de un discurso que enfatiza el significado del disfraz sobre el del superhéroe, que, como veremos en sus últimas consecuencias, se vuelve insignificante.


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