El superhéroe psicologizado I. Hipertecnología FX: Cuando el ala excede al vuelo

Las hazañas superheroicas causan asombro, pero las historias de los superhéroes no sostendrían la atención de la audiencia si los personajes no arrastraran un bagaje personal en su vida privada, capaz de conectar con el espectador por su voluntad de identificarse con ellos. Este principio, tan obvio como resulta hoy en día, contraviene no obstante lo que ha sido la relación de interés con el héroe clásico. En el relato clásico la hazaña asombrosa constituye el centro de interés, y la caracterización psicológica es el apoyo que lo apuntala subsidiariamente. Así, las descripciones psicológicas de los personajes de la Ilíada pueden resumirse en una palabra: Aquiles es colérico, Odiseo es ingenioso, etc. Como generador de mitos modernos, el género de superhéroes respeta este principio en su punto de partida. El Superman clásico es un personaje plano en términos de personalidad, como corresponde a un héroe que centra su interés en la asombrosa naturaleza de sus hazañas. Su vida privada es insignificante en la medida en que la personalidad de Clark Kent es un puro disfraz. Y en principio, los problemas personales del retraido reportero son, precisamente, el simulacro perfecto, por cuando suponen la inversión que despista contra la seguridad en sí mismo, propia de un tipo normativamente invulnerable. 

Desde un punto de vista clásico, el desarrollo de tramas pertenecientes a la vida privada del superhéroe es una necesidad alimenticia desde un punto de vista narrativo, a la hora de desarrollar un producto de carácter serial e indefinido. Sin embargo este desarrollo no contraviene sustancialmente este principio todavía a finales de los 70, cuando la llegada de la versión cinematográfica de Superman (Donner, 1978), respeta un esquema maniqueísta sin profundizar en la psicología de Superman más allá que para componer una historia de amor en su sentido más estereotipado a la que poder engancharse emocionalmente. El interés del Superman cinematográfico radica en la atestiguación del milagro del vuelo humano autónomo en movimiento, que el lector de cómics ha tenido que completar imaginándolo en su cabeza durante décadas mientras lo veía fijado en una viñeta. 

La mentalidad infantil, sumergida todavía de lleno en el pensamiento mágico, da a esta representación verosímil visos de realidad, conforme al contrato secreto de suspensión de incredulidad que firmamos al entrar en la sala de cine. Recuerdo de niño ir a ver Superman al cine con la expectativa de comprobar la hazaña sobrenatural del vuelo. Ver volar a superman era un placer asombroso en sí mismo, que justificaba la entrada y hacía circular el resto de la narrativa en torno al centro de ese milagro. El propio guion confiaba en el valor de este interés cuando el vuelo rubricaba su aspecto sublime con un beso de amor romático. Así, el amor de Lois Lane por Superman tenía que ver simplemente con el acceso al colmo de un poder viril capaz de llevar a la amada literalmente en volandas, ante lo cual, Lois caía definitivamente rendida sin que la complejidad psicológica de Clark Kent supusiera ningún interés de pareja, sino al contrario. La complejidad psicológica del superhéroe a comienzos de los 80 es un factor narrativo gratuito y, como tal, omitido por las convenciones de la audiencia.

La introducción de cierta complejidad psicológica en el superhéroe contemporáneo puede explicarse por motivos sociológicos de un cambio en el modelo de audiencia, de forma que el superhéroe ha pasado a ser, si no motivo de interés del espectador adulto, cuando menos motivo de atención adulta por un cine al que el niño acude en familia. No obstante la psicologización del superhéroe como medida de compromiso ante la eventual infantilización de la audiencia adulta será tratada más adelante. Por el momento trataremos el tema de la complejidad psicológica del superhéroe contemporáneo contra esta justificación. Y es que no se trataría tanto de que un nuevo modelo de espectador adulto pidiera un personaje superheroico más complejo psicológicamente en términos cognitivos, cuanto que esta nueva complejidad psicológica emanaría como una necesidad conductual provocada por un efecto de priming, ante la reiteración provocada por la manifestación del superpoder como fenómeno milagroso al punto de que el asombro normalizado pierde su valor motivacional.

En efecto, sería la propia exposición reiterada al prodigio construido por el efecto especial lo que normalizaría su eficacia como motivo de interés, precisando de una escalada al alza. En la medida en que este aumento de escala es en sí insuficiente, el relato necesita, entonces, un apoyo suplementario sobre elementos narrativos inicialmente secundarios de orden psicológico, que terminarían por convertirse en justificación central del mismo. Es lo que ya sucede de Superman I a Superman III (Lester, 1983) en un giro donde, como diría Marx, la historia inicialmente trágica termina por repetirse como comedia sin que el asombro permita remontar el valor dramático de lo narrado, porque el vuelo en movimiento del Superman cinematográfico se ha mostrado tan reiteradamente que para entonces ha devenido tópico gastado, expectativa cotidianizada, lugar común. Aparece así la personalidad de Clark Kent en la tercera parte de la saga, no ya como simulacro identitario, sino como realidad trenzada en la complejidad psicológica de afrontar una existencia vulnerable, por fin ausente de superpoderes contra un doble superheroico de naturaleza inmoral que, no obstante, nutre su carácter maléfico en un sentido psicológicamente simplista. Digamos que la complejidad psicológica de la transformación de Superman en personaje vulnerable se agota en un puro reflejo que no contraviene el fundamento maniqueísta del relato.

En la entrada anterior sondeábamos la relación entre la personalidad juvenil y el fenómeno hipertecnológico. El asombro generacional del joven de los 50 ante el encuentro con lo formidable, propiciado por la hipertecnología representativa que alberga el Observatorio Griffith de Rebelde sin causa como colmo de la sofisticación moderna, redundaba en un modelo de personalidad definido por la figura del rebelde sin causa. La saturación epifánica de la experiencia asombrosa proporcionada por los efectos especiales de la época, rudimentarios cuando se ven a la luz de los efectos especiales digitalizados, es correlativa a la construcción de un personaje creciente progresivamente en complejidad psicológica al punto de situarse ambiguamente en el terreno moral.

Con la llegada del paradigma digital impuesto a partir de la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos, la hipertecnologización de los efectos especiales normaliza el encuentro con el fenómeno que llama al asombro, obligando en su reiteración a elevar la escala de la dimensión milagrosa que el espectador está llamado a testimoniar devocionalmente. Es la diabólica espiral en la que se encuentra el UCM a la hora de desplegarse durante más de veinte películas, obligándose a sostener el interés de la audiencia en función del valor central del superpoder y sus efectos cósmicos. La escalada de prodigios cada vez mayores abandona el lugar del individuo superpoderoso como sujeto central de transformación, para extenderse a un mundo que se hunde en las profundidades más y más inmensas del espacio exterior, prosiguiendo con la alteración del espacio-tiempo, y culminando en la apertura misteriosa al multiverso. 

El traspaso del horizonte de sucesos que propicia esta dinámica se encuentra en la hipertecnología virtual que crea al personaje de Gollum. Cruzada esa frontera, la explotación reiterada de los nuevos efectos especiales digitalizados viene arrastrándonos en un hundimiento que, actualmente, nos enfrenta a fenómenos como el Deep Fake, donde original y copia se vuelven indistinguibles en una confusión entre realidad y ficción cuya discriminación empieza a dejar de tener sentido de puro irresoluble. La primera tentación que acompaña a esta capacidad tecnológica es la inversión moral de la personalidad simulada, como demuestra la elaboración de vídeos donde Obama hace afirmaciones políticas contrarias a las que caracterizaron a su figura como estadista.


Las inversiones morales del "deep faked" Obama o de Superman III son, no obstante, travesuras narrativas que no desmontan la estructura clásica de los Grandes Relatos en que se encuadran. Indican una tendencia que aguarda al fondo de ese viaje sin retorno iniciado al traspasar la frontera de una representación virtualizada totalmente fidedigna del mundo real. El misterio que alberga este punto de llegada, a modo de singularidad hipertecnológica, se resuelve en el UCM de manera psicológica pero, a diferencia de los casos anteriores, el valor de apoyo en la complejidad psicológica del superhéroe dejará de ser marginal y anecdótico para tornarse centro fundamental y misterioso del relato.

La decantación de una singularidad psicológica al fondo de la escalada hipertecnológica, compensa, no obstante, la creciente esterilidad de los efectos especiales del UCM para motivar a su audiencia por un efecto de priming reiterado, pese a ser cada vez más formidables, Por decirlo con el título de un poemario de Jenaro Talens (1982), el vuelo cinematográfico ya no sólo no excede al ala de los efectos especiales que lo producen como milagro, sino que el ala excede al vuelo en la evidencia de una esterilidad como invitación hipertecnológica al asombro. Es en ese punto donde la psicología del superhéroe precisa tomar el relevo del superpoder, para convertirse en un motivo central de interés que problematiza a un individuo que, hasta entonces, era referencia de solución social. 

Cuando Talens y Donner publicaron sus respectivas obras con un año de diferencia, la escala humanista del superhéroe confundía a Superman con un pájaro o un avión. Figuras que tienen al ala como unidad de medida por una escala que el desarrollo del escenario cinematográfico actual, construido a través de la hipertecnología de los efectos especiales digitalizados, ha desbordado hasta convertir la expectativa del milagro en cumplimiento tedioso. Es el viaje de llegada a ese punto de rotura de todas las reglas cósmicas que, como veremos en adelante, presenta al superhéroe en forma de misterio que alberga la complejidad psicológica característica del rebelde moral en un sentido expresamente patológico. Y es que Tony Stark no sólo es un rebelde sin causa confusamente moral (Sonnentag y Barnett, 2015), sino que esta etiqueta prestada de la Psicología de la Personalidad, está rubricada por un diagnóstico clínico que la especifica como trastorno de personalidad narcisista (Favreau, 2010). No hay señal que advierta a la audiencia del peligro que entraña este dato por su aspecto inequívocamente antisocial, sino más al contrario, el guion de la escena parece enarbolarla como atractor extraño contra el bostezo que, a estas alturas, provoca el prodigio del vuelo y el rayo.

Y es que cuando el ala excede al vuelo se produce una lógica caída moral en picado de lo que ascendía como prodigio en busca de clásica atención, que ya no funciona de puro gastado. En esta inflexión psicologizante, Tony Stark se convertiría en enemigo del Superman clásico, aspirando como si fuera Lex Luthor al control monopolístico del mundo ni que sea por su bien, al privatizar la seguridad global mediante el poder tecnológico que emana de Stark Industries. Así, la centralidad del valor psicológico que espera al fondo de esa singularidad hipertecnológica propiciada por el desbordamiento virtual de los efectos especiales que caracterizan al UCM, vendrá a negociar lo despótico como suerte de encrucijada moral para apuntalar el valor ejemplar de la iniciativa privada. Y ello desde un punto de vista aparentemente humanista que, en función del valor político que merece el poder popular como referencia primordial del orden colectivo, sólo puede ser falaz.

 

Donner, L. (1978). Superman [película]. Warner Bros.

Favreau, J. (2010). Iron Man II [película]. Marvel.

Lester, L. (1983). Superman III [película]. Warner Bros.

Sonnentag, T. L., y Barnett, M. A. (2015): Role of Moral Identity and Moral Courage Characteristics in Adolescents’ Tendencies to Be a Moral Rebel, Ethics & Behavior 00(00), 1–23, DOI: 10.1080/10508422.2015.1012765 

Talens, J. (1982).  El vuelo excede al ala (1962-1973). Fernando Torres Editor.

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