Herencia y juventud de Tony Stark III. La autodeterminación juvenil como superpoder original

Con su enfático gusto por AC/DC, Tony Stark es alguien estancado en la adolescencia previa al momento en que recibió una herencia de dimensiones megacorporativas. Herencia manchada por el estigma del crimen atómico perpetrado en Hiroshima como Endgame de la Segunda Guerra Mundial, y herencia manchada en sí misma, por cuanto la virtud lucrativa del espíritu capitalista exige en última instancia, una prueba de desinterés personal que, en el mejor de los casos, pasa por la renuncia del traspaso empresarial al primogénito. Así como Thanos demostraba este extremo sacrificando a Gamora, Tony Stark es su reverso atormentado al convertirse en heredero de Stark Industries con 21 años.

Contra esta maldición sellada en 1991, Tony hace sonar AC/DC como quien se instala en el tiempo previo a la recepción de su herencia. La evidencia de su gusto hardrockero juega a mantenerle joven de forma perenne, y también puro. La música de AC/DC anula simbólicamente el paso a la madurez como en un reseteo simbólico, que lo devuelve al otro lado de la frontera que separó la juventud díscola de su responsabilidad como CEO.

Hubo un tiempo en que Stark tuvo 21 años sin arrastrar la condición de recoger "las llaves del reino"  (2008) que le convirtieron en capitalista de pleno de derecho. 21 años también tenían de media los músicos que conformaban la primera camada rockanrolera parida por la televisión. Hijos en su mayoría de familias que basculaban entre lo humilde y lo paupérrimo. Elvis nació en una familia de padre camionero. El de Little Richard se dedicaba a la destilación ilegal de whisky. Eran todos prole proletaria que vino al mundo para ser fuerza productiva en factorías empresariales, al otro lado de la frontera establecida por la lucha de clases que conformó el discurso de izquierdas durante la primera mitad del siglo XX. Todos habían nacido para trabajar en factorías de empresas como las de Tony Stark. Pero entonces surgió el milagro de la gestación mágica del joven como clase en sí misma, a través del parto de Elvis por parte del ente televisivo. 

Antes de recibir su herencia, Stark era un joven con su destino potencialmente abierto con un montón de jóvenes proletarios condenados a trabajar en la empresa de su padre. La tele gestó al joven como sujeto transversal en la sociedad de clases, nacido clase en sí misma que igualaba a ricos y pobres en la hipóstasis de la propia idea de juventud, convertida, para más inri, en valor moral categórico. Ser joven no era sólo algo en sí mismo, sino que era algo bueno y algo eterno, un eidos platónico sobre el que se erigió el transcurso histórico que arrastraría a Stark a recibir su herencia el año en que Nirvana dieron un vuelco generacional a la cultura juvenil. Su gusto por AC/DC camufla que Tony hace tiempo que dejó de ser bueno, joven y eterno, y se convirtió en capitalista.

Este es el sentido político del gusto de Iron Man como fan de AC/DC y el milagro de la música rock: la renovación actualizada del carisma juvenil como identidad virtuosa y sin mancha, carga ni limitación de clase. Proletarios y empresarios homogeneizados en un ejercicio de integración simbólica que habría de cuajar en la figura híbrida del emprendedor. Emprendedor fue Elvis cuando destiló su libido a través de un giro pélvico intempestivamente significativo, revestido de un carisma alumbrado por el milagro de una pantalla que lo hizo surgir de la nada para definirlo como sujeto de forma tan instantánea como su aparición mediática. Y así como la televisión parió al joven, de la pelvis del joven, se formó la Nueva Izquierda como de la costilla de Adán. "La Nueva Izquierda surgió como un niño cabreado y predestinado, de la pelvis girando de Elvis", dijo Jerry Rubin, (1970, p. 17).

Si hay alguien que sabe lo que es ser joven, ese es Jerry Rubin. Tanto es así que, al filo de 1968, Rubin fundó con Hoffman y otros compinches, el único partido político que ha tomado al joven como sujeto de cambio histórico, el Partido Internacional de la Juventud. A través del YIP (Youth International Party) los yippies deslizarían al joven contestatario en una esfera expresamente política. Un joven que miraba con desconfianza a la gente con más de 30 años, pero que se investía de un carisma específico que trascendía el aspecto contingente de su edad. De acuerdo con Rubin, ser joven era más un estilo de vida que la instalación eventual en una etapa de desarrollo. Concretamente, un estilo de vida pautado por prácticas consuetudinarias de consumo.  Ser joven era disfrutar de las hamburguesas, sus patatas fritas y una Coke, escuchar la radio y ver la tele en color, fliparlo con las pelis de Hollywood, "amar el rock´n´roll" (Rubin, 1970, p. 12).

Ser joven es ser algo bueno en sí mismo y es no ser viejo estancado en una clase social específica. Ser joven es ese mito de agencia libre y de puro libre, transgresiva, convertida así en factor central de progreso moderno. Y si te fijas, todos los superhéroes Marvel suelen ser jóvenes, mientras muchos supervillanos cuentan edades milenarias. Ancianos ancestrales que arrastran tradiciones obsoleta de puro hermética por el olvido de tiempo que las vio gestar, como Dormammu o Thanos, y que, por eso, tienen que cesar.

Stan Lee se aplicó a la contracultura actualizando el espíritu de los superhéroes actualizado a un nuevo mundo desatado por la irrupción del protagonismo juvenil. La inseguridad adolescente de Spider man frente a la madurez de Superman, es la respuesta cultural al yippismo como alternativa política según un enfoque que identificaba a Eisenhower como enemigo, tanto más que como adversario político, como "figura paterna" (Rubin, 1970, p. 17). "Elvis arrancó de cuajo a Ike Eisenhower en el tenso giro de nuestros jóvenes cuerpos despertándose. Energía animal hard rock surgida caliente a través nuestra, el desperazante ritmo impulsivo de las pasiones reprimidas. Música para liberar el espíritu. Música para juntarnos... Elvis nos dijo, ¡let´s go!" (Rubin, 1970, p.18). 

Así que cuando tenemos la tentación de juzgar a Tony Stark por su dimensión moral como megacapitalista dedicado a fabricar armamento de guerra a nivel global, él nos pone AC/DC y decimos, wait!, Tony escucha rock, luego es joven, luego es bueno en sí mismo y es alguien que trasciende toda injusta barrera de clase social, es decir, trasciende la culpa de sus privilegios. Él se enajena a su vez de la mancha de su herencia que, en el seno del espíritu capitalista, es una jaula de oro contra el derecho a la tábula rasa que exige la posibilidad de demostrarse predestinado a través de una condición sine qua non de radical autodeterminación. Tony aprende a viajar en el tiempo e instalarse en otra época a través de una escucha dotada de dimensión significativa a través de su exhibición como gesto performativo, entre lo diegético y extradiegético, para eludir el lucro indecente de su tiempo presente. Y esta táctica personal será precisamente la que permita solucionar el desenlace de la Saga del Infinito en su lucha contra el viejo Thanos, rellenando su discurso ideológico de obtusos agujeros de gusano político aún más grandes que los obvios, y evidentes, agujeros de guion. 

Rubin. J. (1970). Do It! Scenarios of the Revolution. Simon and Schuster.



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