La rebelión del vacío. Sampleo léxico sobre "La rebelión de las masas" en tiempos de coronavirus. VI



Nadie, creo yo, deplorará que las gentes se aíslen hoy en mayor medida y número que antes, ya que tienen para ello la orden y los medios. Lo malo es que esta decisión tomada por el coronavirus de cesar las actividades propias de las masas no se manifiesta, ni puede manifestarse, sólo en el orden de los placeres, sino que es una manera general del tiempo. Así -anticipando lo que luego veremos-, creo que las innovaciones políticas de las más recientes semanas no significan otra cosa que el imperio político del vacío. La vieja democracia vivía templada por una abundante dosis de neoliberalismo y de desprecio por la ley. Al servir a estos principios, el individuo se negaba a sostener en sí mismo una disciplina difícil. Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y vivir las mayorías. Democracia y ley, convivencia legal, eran sinónimos. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en que el vacío actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos. Es falso interpretar las situaciones nuevas como si la masa se hubiese cansado de la calle y encargase a la policía su ejercicio. Todo lo contrario. Eso era lo que antes acontecía, eso era la democracia neoliberal. La masa cuestionaba que, al fin y al cabo, pese a todos sus defectos y lacras, la casta de los políticos entendían un poco más de los problemas públicos que ella. Ahora, en cambio, cree la masa que el político tiene derecho a imponer y dar vigor de ley a prohibir visitar los cafés. Yo dudo que haya habido otras épocas de la historia en que el vacío llegase a gobernar tan directamente como en nuestro tiempo. Por eso hablo de hiperdemocracia.
Lo propio acaece en los demás órdenes, muy especialmente en el intelectual. Tal vez padezco un error; pero el escritor, al tomar la pluma para escribir sobre un tema que ha estudiado largamente, debe pensar que el twittero, que nunca se ha ocupado del asunto, si le lee, no es con el fin de aprender algo de él, sino, al revés, para sentenciar sobre él cuando no coincide con las vulgaridades que este lector tiene en la cabeza. Si los individuos que integran la masa se creyesen especialmente dotados, tendríamos no más que un caso de error personal, pero no una subversión sociológica. Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera. Como se dice en Norteamérica: ser igual es indecente. La masa arrolla todo lo igual, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado. Y claro está que ese «todo el mundo» no es «todo el mundo». «Todo el mundo» era, normalmente, la unidad compleja de masa y mayorías discrepantes, especiales. Ahora «todo el mundo» es sólo el vacío.

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