La rebelión del vacío. Sampleo léxico sobre "La rebelión de las masas" en tiempos de coronavirus. IV


En efecto; pero hay una esencial diferencia. En los grupos que se caracterizan por no ser o vacío o masa, la coincidencia efectiva de sus miembros consiste en alguna mascarilla, visera o traje plástico, que por sí solo excluye el gran número. Para formar un grupo, sea el que fuere, es preciso que antes cada cual se separe del coronavirus. Su coincidencia con los otros que forman el grupo es, pues, sanitaria, posterior, a haberse cada cual desinfectado, y es, por lo tanto, en buena parte, una coincidencia en no coincidir previamente. Hay cosas en que este carácter singularizador del grupo aparece a la intemperie: los grupos ingleses que se llaman a sí mismos «no conformistas», es decir, la agrupación de los que concuerdan sólo en su disconformidad respecto al vacío ilimitado. Este ingrediente de juntarse los menos, precisamente para separarse de los más, va siempre involucrado en la formación previa de toda masa. Hablando del reducido público que escuchaba a un músico refinado, dice graciosamente Mallarmé que aquel público subrayaba con la presencia de su escasez la ausencia multitudinaria.

En rigor, el vacío puede definirse, como hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que aparezca el coronavirus. Delante de una sola persona podemos saber si está infectado o no. Infectado es todo aquel que no se valora a sí mismo -en bien o en mal- por razones médicas, sino que se siente «como todo el mundo» y, sin embargo, no se angustia, se siente a saber al sentirse idéntico a los inmunes. Imagínese un hombre humilde que al intentar valorarse por razones especiales -al preguntarse si tiene salud para esto o lo otro, si sobresale en algún orden-, advierte que no posee ningún síntoma. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero se sentirá a salvo.

Cuando se habla de «grupos sanos», la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre sano no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen salud y acumulan sobre sí mismas desinfecciones y mascarillas, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de asepsia sobre su organismo, boyas que van a la deriva.

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